¿Por qué creemos que no va a pasar nada malo?

The 

Sesgo de normalidad

explicó.
Bias

¿Qué es el sesgo de normalidad?

El sesgo de normalidad describe nuestra tendencia a subestimar la posibilidad de catástrofes y a creer que la vida continuará con normalidad, incluso ante amenazas o crisis importantes.

Dónde se produce este sesgo

Consideremos el siguiente escenario hipotético: Emma, una planificadora meticulosa, vive en una región propensa a sufrir terremotos ocasionales. A pesar del historial de actividad sísmica de la zona, Emma nunca ha experimentado un terremoto importante en su vida. En consecuencia, no le da importancia a preparar un kit de emergencia o formular un plan de evacuación, firmemente convencida de que su vida cotidiana permanecerá inalterada. Esas cosas les pasan a los demás, no a mí", sigue diciéndose a sí misma.

Un día, mientras Emma sigue con su rutina habitual, siente un sutil temblor bajo sus pies. En lugar de reconocer inmediatamente el peligro potencial y tomar medidas de precaución, ignora la sensación, atribuyéndola al paso de un camión de obras o a cualquier otra causa mundana. En cuestión de segundos, el ligero temblor se convierte en una fuerte sacudida y Emma se encuentra atrapada en su apartamento durante un gran terremoto.

Como muestra este ejemplo, el sesgo de normalidad se produce cuando las personas se enfrentan a amenazas potenciales pero instintivamente les restan importancia. La confianza de Emma en la previsibilidad de su rutina diaria le impidió reconocer los riesgos de un gran terremoto y la necesidad de prepararse en consecuencia. Este sesgo cognitivo no se limita a las catástrofes naturales, sino que impregna diversos aspectos de nuestras vidas, afectando a nuestra capacidad para reconocer y responder eficazmente a retos inminentes como la incertidumbre financiera y las crisis sanitarias.

Debias Your Organization

Most of us work & live in environments that aren’t optimized for solid decision-making. We work with organizations of all kinds to identify sources of cognitive bias & develop tailored solutions.

Learn about our work

Efectos individuales

El sesgo de normalidad, cuando no se controla, puede tener profundas implicaciones en la toma de decisiones individuales y en los resultados personales. La gente suele rechazar las señales de posibles alteraciones debido a su confianza subconsciente en la suposición de que la vida seguirá un curso familiar. Por ejemplo, alguien puede ignorar los primeros síntomas de un problema de salud y no acudir inmediatamente al médico, convenciéndose de que el problema no es tan grave y probablemente desaparecerá.

Del mismo modo, en el ámbito de las finanzas personales, nuestra tendencia a mantenernos optimistas y creer que todo seguirá funcionando con normalidad puede llevarnos a tomar malas decisiones de inversión. Imaginemos por un momento que tenemos acciones en una empresa que ha tenido problemas y el precio de las acciones empieza a bajar. Impulsado por su confianza en que las acciones se recuperarán rápidamente y volverán a su rendimiento habitual, decide no tomar ninguna medida. Sin embargo, si el precio sigue cayendo en picado y usted se aferra a su inversión, su incapacidad para prestar atención a las primeras señales de alarma puede acarrearle pérdidas significativas.

Efectos sistémicos

El sesgo de normalidad también repercute en las estructuras sociales más amplias, afectando a la forma en que las instituciones responden a los retos inminentes. Tomemos, por ejemplo, el sistema de gestión de emergencias de una ciudad. Cuando los responsables de la toma de decisiones subestiman la probabilidad o el impacto potencial de una catástrofe natural, su respuesta y la asignación de recursos pueden quedarse cortas cuando se produce una catástrofe. Esto es exactamente lo que ocurrió en febrero de 2021, cuando la tormenta invernal Uri azotó la ciudad de Austin (Texas). Las autoridades municipales nunca previeron ni planificaron una tormenta invernal de tal magnitud, por lo que su respuesta de emergencia fue poco eficaz y desorganizada1.

Otro ámbito en el que podemos ver los efectos potenciales del sesgo de normalidad es el de la ciberseguridad. ¿Alguna vez ha dejado caducar su antivirus y no lo ha renovado? ¿O has aceptado la actualización de la política de privacidad de tu red social favorita sin leerla? A veces es difícil tomarse en serio las docenas de avisos digitales que recibimos cada día, sobre todo si los sucesos negativos sobre los que nos advierten nunca nos han ocurrido personalmente. Proteger las redes corporativas y sus bases de usuarios de las brechas de seguridad es un reto constante en el mundo actual. El sesgo de normalidad lleva a las personas a creer que sus acciones no contribuirán a un suceso de seguridad negativo, y que si ocurre uno, el daño no será tan grave.

Cómo afecta al producto

El sesgo de la normalidad puede afectar significativamente al desarrollo de productos y a la innovación al fomentar la resistencia al cambio y la reticencia a adoptar nuevos enfoques. Las empresas y las personas influidas por este sesgo cognitivo pueden aferrarse a métodos y características conocidos, incluso cuando las tendencias del mercado o los avances tecnológicos sugieren la necesidad de adaptación. Este sesgo puede obstaculizar la introducción de nuevos productos o mejoras, ya que las partes interesadas pueden subestimar la urgencia de adelantarse a la evolución de las necesidades de los consumidores o las normas del sector.

Un buen ejemplo de esta situación es la infame decisión de Blockbuster de rechazar una oferta de compra de Netflix a principios de la década de 20002. A pesar de la potencial disrupción de Netflix en el mercado de alquiler de vídeos, Blockbuster creía que la idea del competidor de ofrecer un servicio de alquiler de películas por correo era una anomalía y que la gente seguiría con su costumbre de buscar VHS y DVD en la tienda. Blockbuster rechazó el acuerdo y a finales de la década la empresa se declaró en quiebra, incapaz de competir con la creciente popularidad de Netflix y otros servicios de streaming en línea. Si Blockbuster hubiera visto a Netflix y su innovadora idea como una amenaza potencial, la empresa podría haber considerado el trato y seguir existiendo hoy en día.

El sesgo de normalidad y la IA

Con la presencia cada vez mayor de la IA en casi todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, el sesgo de normalidad puede tener un efecto profundo en la forma en que interactuamos con las nuevas tecnologías y las percibimos. En una encuesta realizada por Gallup a trabajadores estadounidenses en 20233, el 22 % de los encuestados afirmaron que les preocupaba que sus puestos de trabajo acabaran siendo sustituidos por la IA. Convertirse en un "desempleado tecnológico" no es nada nuevo y ha causado ansiedad entre los trabajadores desde que las máquinas empezaron a sustituir a los humanos a mediados del siglo XIX. Sin embargo, aunque los participantes en la encuesta de Gallup puedan estar innecesariamente preocupados por sus futuros empleos, el hecho de que estén pensando en el peor de los casos puede no ser tan malo.

Nadie puede negar que la IA representa una transformación significativa en el lugar de trabajo. Sin embargo, al ignorar el impacto potencial que la IA puede tener en los procesos de trabajo, las empresas y los individuos corren el riesgo de disminuir su productividad y crecimiento futuros. De hecho, un estudio reciente realizado por algunas de las principales universidades del mundo en colaboración con Boston Consulting Group sugiere que la IA puede tener una mejora positiva significativa en el rendimiento de los empleados4. Los investigadores pidieron a cientos de consultores que completaran 18 tareas de trabajo diferentes, permitiendo a algunos utilizar ChatGPT y a otros no. Los que utilizaron IA para completar las tareas produjeron resultados de un 40% más de calidad que los que no lo hicieron.

Así que en lugar de esconder la cabeza bajo el ala e ignorar la influencia que la IA tendrá en nuestros futuros trabajos, ahora es el momento de romper con la normalidad y encontrar formas de utilizar la IA como herramienta para mejorar el rendimiento humano.

Por qué ocurre

Como seres humanos, tendemos a basar nuestras acciones en la frecuencia con la que vemos y experimentamos las cosas (pensamiento inductivo), en lugar de en la probabilidad de que algo ocurra realmente (pensamiento deductivo). En otras palabras, aunque sepamos que existe el riesgo de que se produzca una situación negativa, decidimos no tomarnos en serio la amenaza porque nunca la hemos visto o experimentado antes. De este modo, el sesgo de normalidad se va acumulando en nuestra mente con el tiempo; a medida que nos suceden más y más acontecimientos normales, aumenta nuestra tendencia a subestimar las amenazas y la probabilidad de catástrofe.

Nuestra tendencia a ignorar posibles amenazas también se debe a nuestro deseo de seguridad, rutina y certidumbre en nuestras vidas. Cuando la naturaleza repetitiva y predecible de nuestra existencia cotidiana se ve alterada, o nuestro entorno habitual cambia bruscamente, podemos sentirnos ansiosos e inquietos. Desde esta perspectiva, el sesgo de normalidad actúa como un mecanismo de afrontamiento que nos ayuda a lidiar con la incertidumbre y a reducir el estrés.

Sin embargo, para comprender plenamente por qué se produce el sesgo de normalidad, también tenemos que analizar la influencia de otros mecanismos y sesgos cognitivos en nuestra percepción de la realidad y nuestra capacidad para tomar decisiones.

Pensar siempre en positivo

El sesgo de normalidad está estrechamente relacionado con el sesgo de optimismo: nuestra tendencia a sobrestimar la probabilidad de experimentar acontecimientos positivos y a subestimar la probabilidad de experimentar acontecimientos negativos. Consideremos un caso en el que una persona se enfrenta a un plazo inminente en el trabajo mientras experimenta síntomas de agotamiento. A pesar de sentirse abrumado y agotado, se convence a sí mismo de que la tarea se realizará a tiempo y de que podrá mantener su rutina laboral habitual. Al fijarse en el resultado positivo de la situación, la persona subestima el impacto potencial del agotamiento en su rendimiento y no toma las medidas adecuadas.

Apego a las creencias actuales

Las creencias son la forma que tiene nuestro cerebro de dar sentido a nuestro complejo mundo y nos ayudan a tomar decisiones. Tendemos a creer la información que concuerda con nuestras creencias, un fenómeno conocido como sesgo de confirmación. Cuando nos enfrentamos a posibles amenazas, es posible que se nos presente información contraria a nuestras creencias. Si volvemos al ejemplo de Blockbuster, podemos ver cómo la empresa ignoró la amenaza de los DVD por correo porque se aferraba inquebrantablemente a su creencia existente de que la venta en tienda seguía siendo la forma más popular de alquilar películas. Al mantenernos fieles a nuestras creencias actuales, podemos desestimar la información sobre un posible acontecimiento negativo que nos resulte desconocida o contraintuitiva.

Siguiendo a la multitud

Cuando tomamos decisiones sobre cómo actuar en una situación compleja o desconocida, nos guiamos por nuestro entorno y por lo que hacen los demás a nuestro alrededor. En un estudio del sociólogo Thomas Drabek, éste descubrió que cuando se les dice que evacúen ante un posible huracán o inundación, los residentes comprueban la gravedad de la situación con otras cuatro o más fuentes, como la familia, los vecinos y los locutores, antes de pasar a la acción5. El principio de la "prueba social" es un heurístico, o atajo mental, que utilizamos para ayudarnos a procesar grandes cantidades de datos nuevos y tomar decisiones sobre cómo actuar. Si todos los que nos rodean minimizan los riesgos de una amenaza potencial y dudan en actuar, es más probable que sigamos su ejemplo.

Reducción de la disonancia cognitiva

Una razón fundamental del sesgo de normalidad radica en nuestro deseo instintivo de evitar la disonancia cognitiva. Cuando nos enfrentamos a creencias contradictorias -como la creencia en un mundo estable y predecible frente al reconocimiento de una amenaza potencial-, nuestras mentes se esfuerzan por aliviar el malestar derivado de esta disonancia. La investigación, incluida la obra seminal de Leon Festinger, indica que los individuos a menudo recurren a restar importancia a la gravedad de los riesgos potenciales para mantener la coherencia interna. En el caso del sesgo de normalidad, esto se manifiesta como la tendencia a percibir las amenazas como menos graves de lo que podrían ser en realidad, alineando nuestras creencias con una narrativa más reconfortante.

Gritos de lobo

La mayoría de nosotros hemos oído alguna vez la expresión "gritar lobo". El dicho tiene su origen en la fábula del pastorcillo que engañó repetidamente a los aldeanos haciéndoles creer que un lobo estaba a punto de atacar a sus ovejas. Cuando un lobo llegó realmente a la aldea, nadie escuchó la advertencia del niño porque creyeron que se trataba de otra falsa alarma. En la sociedad actual, saturada de información, se nos advierte continuamente de posibles amenazas en nuestra vida cotidiana, incluso cuando los riesgos suelen ser mínimos. Tal vez nos digan que echemos un vistazo a la tarjeta de seguridad en un avión o que leamos y firmemos un formulario de exoneración para un evento deportivo en el que vamos a participar. La mayoría de las veces no las leemos detenidamente, bien porque ya sabemos cuáles son los riesgos, bien porque pensamos que no son relevantes para nosotros. La exposición repetida a las advertencias nos lleva a normalizarlas y, por eso, cuando se presenta una amenaza real, no es de extrañar que no siempre las tomemos en serio.

En esencia, el sesgo de normalidad es una compleja interacción de diferentes procesos cognitivos destinados a reducir los conflictos internos, mantener la satisfacción con el statu quo y hacer frente a los retos percibidos del cambio. Reconocer estos mecanismos subyacentes es fundamental para superar la inercia asociada al sesgo de normalidad y fomentar una mentalidad más adaptativa ante la incertidumbre.

Por qué es importante

En las películas, los personajes suelen reaccionar rápidamente ante las catástrofes, mostrando rapidez en la toma de decisiones y respuestas heroicas. Para mantenernos pegados a la butaca, las representaciones cinematográficas tienden a exagerar y dramatizar la inmediatez de las reacciones en situaciones de crisis. Esto puede crear la percepción de que las respuestas en la vida real deben reflejar las acciones rápidas y decisivas que se ven en la pantalla.

En realidad, nuestra respuesta ante amenazas y catástrofes no podría ser más diferente. La complejidad y variabilidad del comportamiento humano durante las crisis ha fascinado a los investigadores durante décadas, con estudios que concluyen que en realidad es más probable que las personas permanezcan tranquilas o deliberadas en una emergencia. Durante el 11-S, por ejemplo, el tiempo medio de espera entre los supervivientes para evacuar las torres fue de 6 minutos, y algunos esperaron hasta media hora para salir6. Alrededor de 1.000 personas incluso se tomaron la molestia de apagar sus ordenadores y realizar otras actividades de oficina, una estrategia para seguir realizando actividades normales durante una situación desconocida.

El sesgo de normalidad afecta a nuestra toma de decisiones en diversos escenarios. Puede influirnos tanto si disponemos de mucho tiempo para prepararnos como de poco tiempo para reaccionar, y puede repercutir en situaciones tanto a pequeña como a gran escala. A nivel individual, el sesgo de normalidad puede provocar respuestas tardías y una toma de decisiones deficiente, con los consiguientes efectos adversos en nuestra vida personal. A nivel sistémico, minimizar los riesgos potenciales y no planificar las catástrofes puede tener consecuencias de largo alcance cuando están implicados grandes grupos de personas.

Por encima de todo, la influencia del sesgo de normalidad en la toma de decisiones de las personas puede tener implicaciones peligrosas, incluso mortales, durante una catástrofe o crisis. Ignorar las señales de una posible catástrofe hasta que la tenemos delante no sólo pone en peligro nuestra vida, sino también la de los que nos rodean.

Cómo evitarlo

Con el sesgo de normalidad, intentamos eludir la cruda realidad de que los sucesos terribles pueden ocurrirnos a nosotros, no sólo a otras personas. Por difícil que sea, evitar el sesgo de normalidad empieza por reconocer que los sucesos terribles pueden ocurrirle a cualquiera, incluso a nosotros.

Esto puede ser difícil de hacer porque la planificación para posibles desastres va en contra de nuestro deseo de ser optimistas sobre el futuro y de sentirnos seguros en nuestro entorno inmediato. Educarnos sobre los riesgos y amenazas potenciales también puede hacernos sentir innecesariamente preocupados, ansiosos y paranoicos.

Según Jack Soll y John Payne, profesores de la Universidad de Duke, y Katherine Milkman, profesora adjunta de la Wharton School of Business, uno de los sesgos de comportamiento más difíciles de superar es la estrechez de miras con la que pensamos en el futuro7. En otras palabras, superar nuestra tendencia a planificar sólo para una previsión, escenario o resultado. Cuando relacionamos esto con el sesgo de normalidad, describimos nuestra incapacidad para anticiparnos a posibles acontecimientos negativos o amenazas, prefiriendo centrarnos en lo que ocurre normalmente. Para hacer frente a esta visión limitada, los autores sugieren cuatro estrategias diferentes para ampliar nuestra perspectiva:

  1. Haz tres estimaciones o previsiones para el futuro: cuando predigas un resultado potencial, haz una estimación baja, media y alta.
  2. Predecir dos veces: después de hacer una previsión, asumir que era errónea y predecir de nuevo. Cuando nos planteamos dos veces un problema, solemos verlo desde una perspectiva distinta la segunda vez.
  3. Haz una autopsia: a los humanos se nos da muy bien revisar y diseccionar sucesos negativos pasados para intentar entender la causa. Mientras que las autopsias miran hacia atrás, las premortem imaginan posibles desastres y exploran sus posibles causas.
  4. Adopte una perspectiva externa: cuando haya tomado una decisión sobre algo, tómese un momento para reflexionar sobre lo que alguien de fuera podría pensar al respecto.

Piense en el comienzo de la pandemia de COVID-19, cuando todo el mundo estaba comprando por pánico papel higiénico y otros artículos de primera necesidad. De la noche a la mañana, personas que normalmente se limitaban a comprar lo que necesitaban para la semana siguiente se convirtieron en preparadores o supervivientes, es decir, personas que se preparan de forma proactiva para posibles emergencias como desastres naturales, guerras o catástrofes mundiales.

Nadie sugiere que haya que hacer acopio durante meses de alimentos y papel higiénico para una catástrofe que quizá nunca ocurra. Pero la planificación de situaciones hipotéticas y las medidas de preparación, como los kits de emergencia o la planificación financiera para imprevistos, pueden proporcionar medidas tangibles para afrontar las perturbaciones con mayor eficacia. En lugar de asumir que la vida siempre se ajustará a la rutina, explore mentalmente varios escenarios potenciales, tanto positivos como negativos. Desarrolle planes de contingencia para acontecimientos inesperados y piense cómo reaccionaría y se adaptaría. Este enfoque proactivo no sólo mejora su preparación para afrontar retos imprevistos, sino que también altera la complacencia asociada al sesgo de normalidad.

Cómo empezó todo

El término "sesgo de normalidad" no fue acuñado por una sola persona ni se descubrió por primera vez en un estudio seminal. Más bien, el concepto ha evolucionado con el tiempo en distintos campos, como la psicología y los estudios sobre catástrofes.

A pesar de que se desconoce el origen del término, es posible rastrear sus raíces hasta las investigaciones pioneras del psicólogo estadounidense Leon Festinger. En su teoría de la disonancia cognitiva, Festinger destaca la tendencia de los individuos a racionalizar y mantener la coherencia en sus creencias y comportamientos, incluso ante información contradictoria. Este mecanismo cognitivo se extiende a lo que ahora se conoce como sesgo de normalidad, por el que las personas se aferran a lo conocido y restan importancia a las amenazas cuando se enfrentan a una crisis o a un cambio perturbador. El trabajo de Festinger proporciona una comprensión fundamental de cómo los individuos afrontan la incertidumbre y el cambio, y ofrece ideas sobre por qué las personas pueden resistirse a reconocer o adaptarse a información o retos nuevos.

Desde el trabajo pionero de Festinger a finales de la década de 1950, los investigadores han aplicado el sesgo de normalidad para comprender cómo reaccionan los seres humanos en diversas situaciones. Aunque no abundan los estudios dedicados específicamente a examinar el sesgo de normalidad, los investigadores han profundizado en fenómenos cognitivos relacionados y en sesgos de toma de decisiones que tienen puntos en común con el sesgo de normalidad o que contribuyen directamente a él.

Por ejemplo, los estudios sobre la evacuación en caso de huracán han explorado por qué algunas personas dudan en evacuar a pesar de las claras advertencias, atribuyendo este comportamiento a una forma de sesgo de normalidad. En el ámbito de la toma de decisiones financieras, la investigación en economía conductual ha estudiado los sesgos que pueden explicar por qué los inversores persisten en inversiones fallidas, un comportamiento que se alinea con elementos del sesgo de normalidad. Además, la investigación sobre las respuestas a las crisis sanitarias, como la pandemia de COVID-19, ha examinado por qué los individuos pueden resistirse a adherirse a las medidas preventivas. Aunque no se les denomine explícitamente como tales, estos estudios contribuyen colectivamente a nuestra comprensión de los mecanismos psicológicos que subyacen al sesgo de normalidad en diversos contextos.

Ejemplo 1 - El virus desconocido

El sesgo de normalidad se manifestó recientemente, a principios de 2020, durante las fases iniciales de la pandemia de COVID-19. Cuando el virus empezó a propagarse por todo el mundo, muchos tendieron a restar importancia a la gravedad de la situación y a aferrarse a la creencia de que la vida volvería pronto a la normalidad. Ante las advertencias diarias sobre el aumento del número de muertos, los cierres patronales a gran escala y las estrictas restricciones sociales, muchas personas se negaban a creer que la pandemia duraría más de unos meses, y mucho menos años. Impulsada por el deseo de volver a la normalidad, la gente intentó continuar con sus rutinas anteriores a la pandemia, creyendo que no se verían afectadas negativamente.

La complacencia del público en torno al virus se vio exacerbada por el hecho de que muchas personas no conocían a nadie que hubiera sido gravemente afectado por la enfermedad, lo que reducía su percepción de la amenaza.

En un estudio realizado en varios países europeos8, los investigadores descubrieron que, a medida que se desarrollaba la pandemia, las personas que no conocían a nadie que hubiera tenido COVID-19 se volvían cada vez más optimistas de forma poco realista sobre sus posibilidades de eludir el virus. En otras palabras, a pesar de las claras señales de advertencia que les rodeaban, como el aumento exponencial del número de casos y hospitalizaciones, la gente seguía aferrándose a la creencia de que los altos niveles de infección sólo afectaban a otras personas.

En muchos casos, el sesgo de normalidad contribuyó a retrasar y, en ocasiones, a hacer inadecuadas las respuestas, tanto a nivel individual como social, mientras la gente luchaba por aceptar la gravedad de la crisis que se estaba desencadenando.

Ejemplo 2 - El barco "insumergible

El hundimiento del RMS Titanic en 1912 es una conmovedora ilustración del devastador impacto que el sesgo de la normalidad puede tener en nuestra toma de decisiones en tiempos de crisis. A pesar de recibir varias advertencias de icebergs en la zona procedentes de barcos cercanos, el capitán continuó a toda velocidad, creyendo que la tripulación reaccionaría a tiempo si veía peligro delante. Antes de zarpar, muchos describieron el Titanic como "insumergible" debido a su avanzada tecnología y a su enorme tamaño. En consecuencia, los miembros de la tripulación subestimaron el impacto potencial de una colisión porque creían que un suceso tan catastrófico no podía ocurrirle a un barco de última generación en su viaje inaugural.

Además, en 2012 aparecieron nuevas pruebas que demostraban que uno de los oficiales de seguridad del Titanic, Maurice Clarke, advirtió a la compañía del barco horas antes de su partida de que debían zarpar con más botes salvavidas. En su afán por salir a tiempo, la compañía del barco ignoró la advertencia de Clarke y zarpó con sólo 20 botes salvavidas para los 2209 pasajeros a bordo. La desatención de la compañía a la advertencia de Clarke acabó provocando la muerte de muchos de los pasajeros del Titanic que no pudieron evacuar el barco.

Resumen

Qué es

El sesgo de normalidad describe nuestra tendencia a subestimar la posibilidad de catástrofes y a creer que la vida continuará con normalidad, incluso ante amenazas o crisis importantes.

Por qué ocurre

El sesgo de normalidad es una compleja interacción de distintos procesos cognitivos destinados a reducir los conflictos internos, mantener la satisfacción con el statu quo y afrontar los retos percibidos del cambio. En otras palabras, es una heurística que nos ayuda a tomar decisiones y reducir el estrés en momentos de crisis o desastre inminente. Nos resulta difícil procesar las implicaciones de acontecimientos inimaginables hasta que no los hemos vivido realmente. Como humanos, tendemos a basar nuestras acciones en la frecuencia con la que vemos y experimentamos las cosas nosotros mismos, más que en la probabilidad de que algo ocurra realmente. Por eso tendemos a creer que no nos ocurrirán cosas malas y que nuestras vidas seguirán con normalidad, aunque haya pruebas que indiquen lo contrario.

Ejemplo 1 - El virus desconocido

Durante las primeras fases de la pandemia de COVID-19, muchas personas restaron importancia a la gravedad del virus y se convencieron de que la vida volvería pronto a la normalidad. Incluso ante las señales de advertencia del aumento de casos y hospitalizaciones, las personas que no conocían a nadie con la enfermedad se sentían optimistas de que no les afectaría. El sesgo de normalidad no sólo afectó a la toma de decisiones individuales, sino que también contribuyó a retrasar las respuestas a nivel sistémico, ya que los gobiernos y las organizaciones se enfrentaron a una situación que desconocían por completo.

Ejemplo 2 - El barco "insumergible

Cuando el RMS Titanic zarpó en su viaje inaugural el 10 de abril de 1912, nadie imaginaba que la travesía acabaría en desastre. A pesar de recibir advertencias sobre la insuficiencia de botes salvavidas a bordo y la presencia de placas de hielo en la ruta del barco, la tripulación del lujoso transatlántico continuó a toda velocidad hacia la ciudad de Nueva York. La combinación de subestimar la posibilidad de un desastre, ignorar las advertencias tempranas y no prepararse para una emergencia, contribuyó en última instancia a la muerte de muchos pasajeros a bordo.

Cómo evitarlo

El primer paso para evitar el sesgo de normalidad es tomar conciencia de él y comprender cómo afecta a nuestra percepción de la realidad y a nuestra capacidad para tomar decisiones. Al reconocer el hecho de que los acontecimientos negativos pueden sucedernos a nosotros, y no sólo a otras personas, podemos empezar a pensar de forma más amplia sobre los posibles resultados futuros. Esto se consigue superando nuestra tendencia a planificar sólo para una previsión, escenario o resultado, y teniendo en cuenta el potencial de sucesos negativos. Aunque pensar en el peor escenario posible puede resultar incómodo e ir en contra del instinto natural de optimismo, puede ayudarnos a tomar mejores decisiones en caso de que tengamos que actuar en una emergencia.

Artículos de TDL relacionados

Por qué juzgamos mal los riesgos de las nuevas cepas de COVID

En este artículo, Gleb Tsipurksy analiza cómo los sesgos cognitivos, incluido el sesgo de normalidad, llevaron a individuos, empresas y gobiernos a juzgar erróneamente los riesgos de las nuevas cepas COVID-19, más infecciosas, durante la pandemia. Gleb Tsipursky es economista del comportamiento, neurocientífico cognitivo y autor de varios libros sobre la toma de decisiones y los sesgos cognitivos.

El efecto avestruz

Del mismo modo que tendemos a subestimar o descartar posibles catástrofes, también tendemos a ignorar y evitar la información negativa. En lugar de afrontar una situación incómoda, optamos por esconder la cabeza bajo el ala, un fenómeno conocido como efecto avestruz. Lea este artículo para saber más sobre qué es el efecto avestruz, por qué se produce y cómo podemos evitarlo.

Referencias

1. Office of the City Auditor. (2021). Disaster Preparedness: The City Was Unprepared to Respond to Winter Storm Uri. City of Austin. 

https://www.austintexas.gov/sites/default/files/files/Auditor/Audit_Reports/Disaster_Preparedness_November_2021.pdf

2. Chong, C. (2015, July 17). Blockbuster’s CEO once passed up a chance to buy Netflix for only $50 million.Business Insider. https://www.businessinsider.com/blockbuster-ceo-passed-up-chance-to-buy-netflix-for-50-million-2015-7?r=MX&IR=T

3. Saad, L. (2023, September 11). More U.S. Workers Fear Technology Making Their Jobs Obsolete. Gallup. https://news.gallup.com/poll/510551/workers-fear-technology-making-jobs-obsolete.aspx?utm_source=alert&utm_medium=email&utm_content=morelink&utm_campaign=syndication

4. Candelon, F., Krayer, L., Rajendran, S., & Zuluaga Martínez, D. (2023, September 21). How People Can Create—and Destroy—Value with Generative AI. Boston Consulting Group. https://www.bcg.com/publications/2023/how-people-create-and-destroy-value-with-gen-ai

5. Drabek, T. E. (2002). Disaster Warning and Evacuation Responses by Private Business Employees.Disasters, 25(1), pp. 76–94. 

6. Ripley, A. (2005, April 25). How to Get Out Alive. TIME. https://content.time.com/time/magazine/article/0,9171,1053663-6,00.html

7. Soll, J. B., Milkman, K. L., & Payne, J. W. (2015). A User’s Guide to Debiasing. In G. Keren & G. Wu (Eds.), The Wiley Blackwell Handbook of Judgement and Decision Making, II, (pp. 924–951). Wiley-Blackwell.

8. McColl, K. et al. (2022). Are People Optimistically Biased about the Risk of COVID-19 Infection? Lessons from the First Wave of the Pandemic in Europe. International Journal of Environmental Research and Public Health, 19(1), 436. DOI: 10.3390/ijerph19010436

Read Next

Efecto avestruz

¿Por qué preferimos ignorar la información negativa?

¿Por qué preferimos ignorar la información negativa?

Learn More
Ver todo
Notes illustration

Eager to learn about how behavioral science can help your organization?