Por qué juzgamos mal los riesgos de las nuevas cepas de COVID

Los investigadores creen que la cepa del Reino Unido es entre un 56% y un 70% más contagiosa que la anterior varia^nte dominante16 , lo que significa que cada persona que contrae la nueva cepa infecta a entre un 56% y un 70% más de personas que la antigua cepa COVID. La nueva variante se impuso rápidamente a la antigua cepa COVID en el sudeste de Inglaterra, pasando de menos del 1% de todas las muestras analizadas a prⁱⁿcipios de noviembre a más de dos tercios a mediados de diciembre.17

La cepa sudafricana parece incluso más infecciosa que la nueva cepa del Reino Uⁿⁱdo.18 Llegó a dominar el país rápidamente: detectada por primera vez en octubre, era responsable de más del 80% de todos los nuevos casos de COV^{ID a} finales de diciembre.19,20

Para corroborar esta investigación, comparemos los nuevos casos diarios de COVID por millón de personas durante el mes de diciembre.

El Reino Unido, EE.UU., Canadá, Italia y Francia experimentaron un importante aumento de casos en septiembre y octubre. Esto se debe principalmente a que el clima más frío del hemisferio norte llevó a la gente a interactuar en interiores, donde el COVID se propaga mucho más fácilmente.

Todos estos países impusieron diversos niveles de bloqueo a finales de octubre y principios de noviembre. ^Ello redujo22 o ^estabilizó23 sus cifras a finales de noviembre y principios de diciembre, con la excepción de un repunte inducido por Acción de Gracias en Estados Unidos, que se estabilizó a mediados de diciembre.

Las cifras del Reino Unido, sin embargo, son diferentes. Tras pasar de menos de 250 nuevos casos diarios a principios de octubre, esa cifra se acercó a los 400 a mediados de noviembre. A principios de diciembre, el país logró doblar la curva, con nuevos casos por debajo de 250 de nuevo. Sin embargo, a diferencia de los demás países, experimentó un fuerte repunte, pasando de 250 a principios de diciembre a más de 500 nuevos casos diarios a finales de diciembre. Dado que el Reino Unido no experimentó ningún bache navideño ni cambios en la política gubernamental, la nueva cepa es la responsable más probable de este mortal repunte.

En cambio, Sudáfrica se encuentra en el hemisferio sur y allí es verano de diciembre a febrero. Dado el clima cálido, se esperaría que los casos de COVID disminuyeran, no que aumentaran. Sin embargo, Sudáfrica experimentó un gran aumento, pasando de menos de 30 casos al día a principios de noviembre a más de 180 a fⁱⁿales de diciembre.24 Dada la ausencia de cambios políticos u otras explicaciones viables, la nueva variante de COVID es casi con toda seguridad la culpable.

No cometamos los mismos errores que al principio de la pandemia, asegurándonos de tomar en serio la amenaza real de estas nuevas cepas.25 Ento^nces, ¿cuáles son las implicaciones?

El Reino Unido tardó unas dos semanas en duplicar sus cifras, del 10 de diciembre, con 240 nuevos casos al día, al 24 de diciembre, con 506 casos. En Sudáfrica, observamos un patrón similar de duplicación, de 86 casos el 10 de diciembre a 182 el 24 de diciembre. En ambos casos, transcurrieron aproximadamente dos meses desde el descubrimiento de la variante hasta el inic^io del aumento de casos, a medida que la nueva variante tomaba el relevo26.

Dado que es probable que ambas variantes hayan aterrizado en EE.UU. a finales de noviembre, podemos anticipar que han empezado a tomar el control y podrían convertirse en predominantes. De hecho, los CDC prevén que la variante del Reino Unido será ^dominante en los EE.UU. a finales de marzo.27 Por otra parte, una variante COVID similar a la del Reino Unido se convirtió en predominante en el centro de Ohio en un período de tiempo aún más corto, más de tres semanas desde fin^ales de diciembre hasta principios de enero, según un estudio de la Universidad Estatal de Ohio.28

Hasta el 17 de marzo, sólo el 21% de la población estadounidense se había vacunado. Dada la situación ya desbordada de nuestros hospitales, la amenaza potencial de un número de casos que se duplique cada dos semanas -como en el Reino Unido y Su^dáfrica- es clarísima.29,30 Incluso un aumento del 50% cada dos semanas tendría un impacto drástico.

Es difícil de imaginar, pero las cifras no mienten. Y un estudio re^ciente31 sugiere que, en Estados Unidos, la cepa del Reino Unido era responsable de más del 3% de todos los casos a finales de enero y, en ese momento, se duplicaba cada 10 días. Las alarmas deberían sonar muy fuerte.

¿Qué tan preocupado se siente en este momento? ¿Te laten fuerte los latidos del corazón, sientes una oleada de calor, te sudan las palmas de las manos? ¿Estás pensando en cómo cambiar todos tus planes para los próximos seis meses?

Probablemente no, porque nuestras mentes no están bien adaptadas para procesar las implicaciones de estos números aparentemente abstractos. Caemos en peligrosos errores de juicio que los estudiosos de la neurociencia cognitiva, la psicología y la economía con^ductual denominan sesgos cognitivos.32 Son el resultado de una combinación de nuestra composición evolutiva y tambiéⁿ de las formas particulares en que están conectados nuestros cerebros.33

Estos puntos ciegos mentales afectan a todos los ámbitos de nuestra vida, desde la salud a la política, e i^{ncluso a nue}stros hábitos de compra.15,34,35,36 Afortunadamente, investigaciones recientes han mostrado estrategias eficaces y pragmáticas para vencer estos peligrosos errores de juicio. Esto empieza por reconocer los sesgos que tienen más probabilidades de perjudicarnos en l^a pandemia, haciendo que reaccionemos mal ante los choques de trenes que se mueven lentamente.37

Sesgo de normalidad

El sesgo de normalidad se refiere al hecho de que nuestras intuiciones nos llevan a pensar que el futuro, al menos a corto y medio plazo, funcionará más o menos igual que el pasado: con normalidad. Como resultado, subestimamos drásticamente tanto la probabilidad de que se produzca una perturbación grave como el impacto de la ^misma en caso de producirse.38,39 De hecho, aunque la evaluación del futuro basada en la experiencia pasada suele funcionar, no es un buen enfoque para situaciones nuevas como una nueva variante del coronavirus.

Este sesgo lleva a individuos, empresas y gobiernos a no prepararse ni de lejos tan bien como deberían para posibles catástrofes, especialmente las de evolución lenta, como las pandemias. Además, cuando se produce el suceso, las personas reaccionan con mucha más lentitud de lo que deberían, quedándose atascadas en el modo de recopilar información en lugar de decidir y actuar.

No es de extrañar que seguir nuestras reacciones viscerales nos lleve por mal camino en respuesta a catástrofes que van cobrando fuerza a medida que se acercan. Nuestra respuesta a la amenaza nos lleva, en función de nuestra personalidad y predisposición, al modo de lucha o huida.

La respuesta de lucha hace que tomemos medidas inmediatas en respuesta al problema, como comprar papel higiénico y armas, como hicieron muchos en respuesta al COVID-19. Otros caen en la respuesta de huida, esencialmente congelándose e ignorando información importante -como fue el caso de muchos lugares donde las medidas de distanciamiento social fueron lentas en aplicarse. Otros caen en la respuesta de huida, básicamente congelándose e ignorando información importante, como ocurrió en muchos lugares donde l^as medidas de distanciamiento social tardaron en aplicarse. También puede significar una huida real, en la que la gente intenta abandonar su zona para trasladarse a otra percibida como más segura, una opción que resultó muy popular entre quienes disponían de medios.40

Por supuesto, ninguna de estas es la respuesta adecuada para la situación en cuestión. Huir de una zona o abastecerse está bien para las catástrofes típicas que pueden azotar una región, como un huracán que pueda causar grandes inundaciones (como ocurrió en Houston en septiembre de 2019). No está bien para la pandemia de COVID-19 en sí, ni para la amenaza de las nuevas cepas.

Descuento hiperbólico

En el antiguo entorno de la sabana, nuestros antepasados tenían que vivir en y para el momento, ya que no podían invertir eficazmente recursos para mejorar sus estados futuros (no es que pudieran congelar la carne de los mamuts que mataban). Ahora mismo, tenemos muchas formas de invertir en nuestra vida futura, como ahorrar dinero en los bancos. Sin embargo, nuestros instintos nos orientan hacia las recompensas a corto plazo a expensas de nuestro futuro a largo plazo, un ^punto ciego mental llamado descuento hiperbólico.41 Este sesgo cognitivo nos hace subestimar los impactos eventuales de tendencias claras, como una cepa más infecciosa de COVID.

Por este motivo, los líderes de Europa y Estados Unidos -tanto en la política como en los medios de comunicación y el mundo empresarial- en general no actuaron a tiempo para hacer frente al COVID-19 desde el principio. A pesar de las numerosas pruebas que demostraban que los brotes estaban creciendo exponencialmente, muchos líderes rechazaron los llamamientos realizados en las primeras fases de los brotes para adoptar las medidas que habían demostrado su eficacia en China y otros países del este asiático. Los funcionarios no impusieron cierres y distanciamiento social, junto con pruebas exhaustivas, rastreo de contactos y aislamiento. En general, los medios de comunicación no dieron la voz de alarma. Siguiendo sus ejemplos, los líderes empresariales procedieron en gran medida con normalidad. Sólo algunas grandes empresas, como Twitter, Square y Google, tomaron la iniciativa de animar a sus empleados a trabajar desde casa, mientras que la Premier League inglesa tomó la iniciativa de cancelar partidos deportivos.

Los líderes políticos, mediáticos y empresariales que no actuaron con rapidez debieron de sentir en sus entrañas que el sacrificio a corto plazo de un cierre superaba los beneficios a largo plazo de disminuir el impacto de la pandemia. Se necesitaron enormes esfuerzos para convencerles de lo contrario. Y a pesar de las claras líneas de tendencia del ejemplo del Reino Unido y Sudáfrica, vemos que en Estados Unidos y partes de Canadá los líderes siguen más o menos como si nada.

Falacia de planificación

Tendemos a ser optimistas con nuestros planes: los hemos hecho nosotros y, por lo tanto, tienen que ser buenos, ¿no? Intuimos que el futuro se desarrollará de acuerdo con esos planes. Este punto ciego mental, la falacia de la planificación, pone en peligro nuestra capacidad para prepararnos eficazmente ante posibles problemas y p^{ara reac}cionar con rapidez cuando ocurren.42,43,44 Esto incluye descuidar tanto las grandes amenazas desconocidas, también conocidas como cisnes negros, como, lo que es ^más sorprendente, las amenazas grandes y obvias, conocidas como "rinocerontes grises".45 Las nuevas cepas entran en esta última categoría, ya que nunca se dudó de que el nuevo coronavirus mutaría (como hacen todos los virus).

Consideremos cómo los EE.UU. y muchos países europeos retrasaron la imposición de restricciones en las fases iniciales de la pandemia, a pesar de la clara evidencia de que eran necesarias. Del mismo modo, en otoño, a pesar de las extensas advertencias de los expertos sobre una próxima oleada, los países europeos y los estados de EE.UU. esperaron hasta un fuerte ^aumento de las hospitalizaciones y muertes para reimponer las restricciones.46,47,48

Estamos viendo cómo ocurre lo mismo ahora con las nuevas cepas de COVID. A pesar de la clara necesidad de actuar, no se actúa, al menos en EE.UU., donde muchos estados están reduciendo las restricciones de salud pública por coronavirus, a pes^{ar de}l aumento de casos y muertes.49,50

Sesgo atencional

El sesgo atencional se refiere a nuestra tendencia a prestar atención a la información que nos resulta más emocionalmente atractiva y a ignorar la qu^{e no.51,}52,53 Dada la naturaleza intensa y en el momento de las amenazas y oportunidades en la sabana ancestral, este sesgo es comprensible. Sin embargo, en el entorno moderno, a veces la información que no nos parece emocionalmente destacada es realmente importante.

En los últimos días, los titulares en Estados Unidos se centraron casi exclusivamente en la toma de posesión de la nueva administración y el juicio político a Donald Trump, con breves menciones a los 400.000 muertos y la lentitud en el despliegue de vacunas. Los funcionarios de salud y los expertos científicos se han centrado en discutir el despliegue de vacunas y cómo avanzar en él. Casi no se habla de las claras tendencias de las nuevas cepas y de la necesidad de actuar antes de que sea demasiado tarde.

El mismo problema nos aquejó al principio de la pandemia. Por ejemplo, el hecho de que el nuevo coronavirus se originara en Wuhan, China, y causara allí enfermedades y muertes masivas, no llamó mucho la atención como una amenaza potencial destacada entre europeos y estadounidenses. Resultó demasiado fácil desestimar la importancia del brote en Wuhan, debido a visiones estereotipadas e inexactas del corazón de China como lleno de campesinos del campo.

En realidad, Wuhan es una metrópolis global. Es la ciudad más grande del centro de China, tiene más de 11 millones de habitantes y produjo más de 22.500 millones de dólares (USD) en 2018. Cuenta con un buen sistema sanitario, reforzado sustancialmente tras la pandemia de SARS. Importante centro de viajes, el apodo de Wuhan es "el Chicago de China"; tenía más de 500 vuelos internacionales al día antes del brote. Si suponemos una media de 250 personas por avión, son 10.000 personas al día volando desde Wuhan al mundo.

Los europeos y estadounidenses, con la excepción de un pequeño número de expertos, no percibieron la amenaza que suponía para ellos mismos el colapso del sólido sistema sanitario de Wuhan al verse desbordado por el COVID-19. Asumieron arrogantemente que este colapso señalaba el atraso de China, en lugar de concluir con exactitud que cualquier sistema médico moderno podía verse desbordado ante el nuevo coronavirus.

Tampoco reconocieron la profunda interconexión de Wuhan con el resto del mundo. Un ejemplo: el primer caso de COVID-19 en Estados Unidos se diagnosticó a un viajero de Wuhan en el estado de Washington. El primer epicentro de COVID-19 en Europa, el norte de Italia, tiene vínculos especialmente estrechos con Wuhan debido a la sólida industria de la moda y la confección de Milán y otras ciudades del norte de Italia, que subcontratan la fabricac^ión a Wuhan.54

Los europeos sólo empezaron a prestar atención seriamente a la COVID-19 cuando empezó a arraigar en Italia. Los estadounidenses, por su parte, empezaron a prestar atención cuando el COVID-19 apareció en el estado de Washington.

¿Sabes quién no ignoró Wuhan, aparte de un pequeño número de expertos? Aquellos a quienes esta ciudad les resultaba emocionalmente relevante. Los que entendían que Wuhan podía compararse con Chicago en Estados Unidos, Manchester en el Reino Unido o Fráncfort en Alemania.

Esa relevancia emocional ayuda a explicar por qué muchas comunidades chinas de Europa y América actuaron con rapidez y eficacia para minimizar el impacto del COVID-19. Por ejemplo, los 50.000 chinos de Pareto (Italia) -una cuarta parte de los residentes de la ciudad- se encerraron voluntariamente a finales de enero. Eso fue tres semanas antes de la prim^era infección registrada en Italia.55

Gracias a sus conexiones con China, los miembros de estas comunidades podían prever lo que se avecinaba y corrieron la voz de que debían cerrar sus negocios, permanecer en casa todo lo posible y llevar mascarillas en el raro caso de que se aventuraran a salir al exterior. Esto ayuda a explicar por qué, según Renzo Berti, máximo responsable sanitario de la región, ninguno de los chinos residentes en Pareto contrajo COVID-19 y la tasa de infección de la ciudad fue la mitad de la media italiana, 62 casos por cada 100.000 habitantes (frente a 115 en todo el país).

Imagínense lo que habría ocurrido si todo el mundo se hubiera comportado como estas comunidades. Las empresas, los individuos y los gobiernos actuando juntos podrían haber evitado el enorme número de muertes y la devastación económica causada por el nuevo coronavirus. Sin embargo, nuestro sesgo atencional nos llevó por mal camino. Lo mismo está ocurriendo ahora con las nuevas cepas.

Aunque esta evidencia pueda parecer irreal, hay que tener en cuenta que se trata simplemente de nuestros sesgos cognitivos que nos empujan a sentirnos así, al igual que lo hicieron al principio de la pandemia. Estamos mal calibrados sobre los riesgos de estas nuevas cepas, y sólo teniendo en cuenta nuestros puntos ciegos mentales podemos corregirlos y tomar las medidas necesarias para prepararnos eficazmente para la alta probabilidad de un aumento importante en la primavera de 2021.