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Las fatales consecuencias de la desinformación sobre COVID-19

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Nov 05, 2020

Existe un vínculo significativo entre las fuentes de los principales medios de comunicación en las que confiamos y nuestro comportamiento en el mundo real. Esta es la idea principal de un nuevo estudio sobre los espectadores de los programas de Tucker Carlson y Sean Hannity en Fox News, según el cual el tratamiento divergente de la información (errónea) sobre el COVID-19 por parte de los presentadores afecta directamente a la probabilidad de que sus espectadores contraigan el virus e incluso mueran a causa de él.1

La desinformación en torno al COVID se ha extendido ampliamente desde el inicio de la pandemia a través de conductores como tertulianos, políticos y otros innumerables influenciadores en línea.2,3 Los investigadores sospechaban previamente que dicha desinformación conduce a resultados adversos para la salud pública; este nuevo estudio lo demuestra claramente.

La propensión a creer información errónea está, por supuesto, estrechamente ligada a nuestra visión general del mundo y al contenido de la propia información. Además, en el caso de la percepción del riesgo de COVID-19, una serie de sesgos cognitivos (como el exceso de confianza o el sesgo del presente) pueden influir en la seriedad con la que consideramos nuestro riesgo de resultados adversos para la salud. Afortunadamente, la investigación revisada por pares ha revelado recientemente intervenciones eficaces basadas en la ciencia del comportamiento que abordan los sesgos cognitivos para evitar que las personas caigan en la trampa de la desinformación y la difundan. Incluso investigaciones más recientes han demostrado que estos enfoques basados en pruebas son eficaces en relación con la desinformación sobre el COVID-19 en particular, lo que permite albergar esperanzas ante la inminencia de una segunda (o tercera) oleada.4

COVID-19 según Sean Hannity y Tucker Carlson

Hannity y Tucker Carlson Tonight son dos programas de opinión muy populares en Fox News, y los presentadores comparten perfiles ideológicos y demográficos de audiencia similares (normalmente adultos de edad avanzada y conservadores).

Sin embargo, a pesar de sus similitudes, Hannity y Carlson manejaron la cobertura inicial de la pandemia en febrero y principios de marzo de formas muy diferentes. Las consecuencias sanitarias de esta diferencia fueron el tema central de un estudio realizado por investigadores del Instituto Becker Friedman de Economía de la Universidad de Chicago.1

Carlson trató COVID-19 con seriedad desde el principio, y se adelantó bastante a la mayoría de los medios de comunicación dominantes cuando empezó a destacar los peligros de una pandemia en su programa el 28 de enero. Estas advertencias continuaron a lo largo del mes siguiente, y el 25 de febrero Carlson dijo a sus telespectadores que más de un millón de personas morirían en Estados Unidos a causa del COVID-19.5

Por otra parte, Hannity restó importancia al COVID-19 desde el principio. Afirmó que el riesgo de un brote en Estados Unidos era bajo, difundió la desacreditada opinión de que el virus no era más mortal que la gripe común y acusó a los demócratas de convertir el virus en un arma y politizarlo. El 27 de febrero, afirmó que muchos demócratas querían que COVID-19 "causara estragos" en el país, sólo para ganar puntos políticos.6

Esto cambió finalmente cuando el presidente Donald Trump declaró el COVID-19 emergencia nacional a mediados de marzo. Hannity y otros presentadores de Fox News empezaron a reconocer la gravedad de la situación, y la cobertura de Fox convergió en torno a la narrativa inicial de Carlson. Sin embargo, como demuestra el siguiente estudio, el daño ya estaba hecho.

Repercusiones de las diferencias de cobertura en el comportamiento y la salud

Investigadores del Instituto Becker Friedman estudiaron cómo afectaba al comportamiento de los telespectadores la cobertura de la COVID-19 por parte de cada presentador. Para ello, encuestaron a más de 1.000 personas que ven Fox News al menos una vez a la semana. Los investigadores evaluaron si los encuestados modificaban su comportamiento en respuesta a la pandemia y si adoptaban las prácticas recomendadas, como el distanciamiento social, la mejora de la higiene, etc.

A continuación, los investigadores compararon los cambios de comportamiento con los patrones de audiencia. Comprobaron que, de media, los espectadores de Hannity cambiaban su comportamiento cinco días más tarde que los de otros programas. Por su parte, los espectadores de Tucker Carlson Tonight cambiaron su comportamiento tres días antes que los espectadores de otros programas.

Para estimar el impacto de cada fuente de información en los resultados sanitarios reales, los investigadores compararon la popularidad de los programas en condados concretos de Estados Unidos con los datos sobre infecciones y muertes por COVID-19. Tras controlar una serie de posibles variables de confusión, descubrieron que en los condados estadounidenses donde Hannity tenía más audiencia se producían más casos y muertes por COVID-19 dos semanas después (aproximadamente el tiempo que transcurre desde la infección inicial hasta que se observa el impacto del virus en la comunidad).

Según estos académicos, los "efectos [de las fuentes de noticias] sobre los casos empiezan a aumentar a finales de febrero y alcanzan su punto máximo a mediados o finales de marzo antes de empezar a disminuir, en consonancia con la convergencia en la cobertura del coronavirus entre Hannity y Carlson. Una desviación estándar mayor diferencia de audiencia se asocia con aproximadamente un 2 por ciento más de casos el 7 de marzo, un 5 por ciento más de casos el 14 de marzo y un 10 por ciento más de casos el 21 de marzo. Las muertes siguen una trayectoria similar con un desfase de dos semanas".

Basándose en sus resultados, los investigadores concluyeron que la desinformación durante las primeras fases de una pandemia puede tener consecuencias significativas para los resultados sanitarios.

Papel de los sesgos cognitivos en la desinformación

Aunque las convicciones políticas influirán sin duda en la opinión de la gente sobre los resultados del estudio, yo diría que los investigadores del Instituto Becker Friedman no buscaban apuntarse ningún tanto político, sobre todo teniendo en cuenta que Hannity y Carlson (y sus audiencias) tienden a estar alineados ideológicamente. Los autores se limitaron a estudiar el efecto de la información exacta e inexacta sobre el COVID-19 en la audiencia. Los resultados dejaron claro que la desinformación tenía un efecto letal.

Este tipo de resultados se deben en parte al sesgo de autoridad, que es la excesiva confianza y obediencia que tendemos a otorgar a quienes percibimos como figuras de autoridad, como las figuras mediáticas a las que seguimos.7

Cuando Hannity desestimó las preocupaciones sobre el COVID-19 y se encogió de hombros considerándolo sólo gripe, parece que sus espectadores descuidaron las medidas de seguridad durante cinco días en comparación con las opiniones de otros programas. Esto dio lugar a las correspondientes infecciones y muertes por COVID-19.

Por el contrario, cuando Carlson dio la voz de alarma y trató el virus con seriedad, llevó a sus espectadores a tomar las medidas necesarias y cambiaron su comportamiento tres días antes.

Un patrón mental relacionado del que debemos tomar nota es el contagio emocional, por el que las personas se infectan involuntariamente con las emociones de quienes perciben como líderes.8 Las emociones pueden compartirse e impulsar la acción incluso si el líder percibido no tiene autoridad formal. Esto es especialmente importante en el caso de quienes tienen autoridad informal, como los populares presentadores de noticias Carlson y Hannity.

Así, cuando Carlson se centró en la naturaleza mortal y los efectos desastrosos del COVID-19, motivó a sus espectadores a tomar las medidas adecuadas. Y cuando Hannity informó a sus telespectadores de que los demócratas estaban politizando y convirtiendo en arma el COVID-19, sus telespectadores, a su vez, rehuyeron los temores en torno a la pandemia, a pesar de que el miedo al COVID-19 y los consiguientes cambios de comportamiento eran la forma correcta de enfrentarse al virus.

La difusión de información errónea sobre COVID-19 y cómo abordarla

Ahora sabemos no sólo que difundir COVID-19 información errónea puede matar, sino también que los puntos ciegos mentales subyacentes nos hacen vulnerables a tales falsedades. Cómo se propagan estas noticias falsas y cómo podemos combatirlas?

Un estudio reciente analizó 225 piezas de desinformación identificadas por verificadores de hechos de calidad, y luego evaluó la difusión de esta desinformación en las redes sociales. Un hallazgo notable: los políticos de alto nivel y otras figuras públicas prominentes compartieron sólo el 20% de las falsedades, pero estos mensajes obtuvieron el 69% de toda la participación en las redes sociales.2 Este hallazgo se alinea con las ideas anteriores sobre la importancia del sesgo de autoridad y el contagio emocional en el impulso de la propagación de noticias falsas.

Los investigadores también analizaron cómo respondían las empresas de redes sociales a esta desinformación potencialmente mortal. Aunque todas las empresas han tomado algunas medidas para hacer frente a estas noticias falsas, ya sea retirando las publicaciones o colocando una etiqueta de advertencia, la eficacia de sus acciones ha variado. En Twitter, por ejemplo, el 59% de la desinformación de COVID-19 seguía publicada al final del estudio sin ninguna etiqueta de advertencia. En YouTube, en cambio, el 27%; en Facebook, el 24%. Aunque cualquier información errónea de este tipo que permanezca tras haber sido identificada como falsa por los verificadores de hechos puede tener consecuencias fatales para los usuarios de estas plataformas, es importante reconocer el mérito de YouTube y Facebook por sus medidas más activas en este ámbito.

¿Qué tal si abordamos esta desinformación? Algunos incentivos conductuales han demostrado su eficacia. Un estudio realizado con 1.700 personas examinó cómo evitar que la gente compartiera COVID-19 información errónea. Se descubrió que las personas difunden falsedades en parte porque no se paran a pensar si el contenido es exacto antes de compartirlo. Los investigadores compararon cómo evaluaban los participantes la veracidad del contenido cuando lo compartían en las redes sociales frente a cuando se les preguntaba directamente por la exactitud. ¿El resultado? Los participantes eran mucho peores a la hora de discernir la veracidad cuando compartían un contenido que cuando se les preguntaba directamente.4

La consecuencia es que muchas personas no se sienten muy comprometidas con la veracidad de lo que comparten en las redes sociales: si lo hicieran, se tomarían el tiempo de pensar en lo que comparten y sería mucho más probable que evitaran compartir información errónea. De hecho, los investigadores también descubrieron que recordar a los participantes la importancia de la exactitud aumentaba en gran medida el grado en que los participantes determinaban la exactitud de lo que pretendían compartir.

Afortunadamente, existen mecanismos para conseguir que la gente se comprometa más con los comportamientos orientados a la verdad. Entre ellos se encuentran incentivos como el Compromiso en favor de la Verdad, que pide a los firmantes que se comprometan a adoptar doce conductas orientadas a la verdad, que van desde seguir las mejores prácticas de comprobación de hechos hasta disuadir a los aliados de compartir información dudosa.9 Investigaciones revisadas por expertos han demostrado la eficacia del compromiso para evitar que la gente comparta información errónea, y este dispositivo de compromiso es la base del movimiento En favor de la Verdad, que describo con más detalle en mi libro.

Tu salud, y la de muchos otros, depende de que el mayor número posible de personas sienta un compromiso personal con los comportamientos orientados a la verdad. Aunque el COVID-19 sigue propagándose, esperamos que ayudes a impedir que la desinformación haga lo mismo. Podría salvar una vida.

References

  1. Bursztyn, L., Rao, A., Roth, C., & Yanagizawa-Drott, D. (2020). Desinformación durante una pandemia. University of Chicago, Becker Friedman Institute for Economics Working Paper, (2020-44).
  2. Brennen, J. S., Simon, F., Howard, P. N., & Nielsen, R. K. (2020). Types, sources, and claims of COVID-19 misinformation. Reuters Institute, 7, 3-1.
  3. Evanega, S., Lynas, M., Adams, J., Smolenyak, K., & Insights, C. G. (2020). Coronavirus misinformation: quantifying sources and themes in the COVID-19 'infodemic'.
  4. Pennycook, G., McPhetres, J., Zhang, Y., Lu, J. G., & Rand, D. G. (2020). Fighting COVID-19 misinformation on social media: Experimental evidence for a scalable accuracy-nudge intervention. Psychological science, 31(7), 770-780.
  5. García, V. (2020, 25 de febrero). Tucker Carlson da la voz de alarma: 'América no está preparada' para el coronavirus. Fox News. https://www.foxnews.com/media/tucker-carlson-america-not-ready-for-cornavirus
  6. Halon, Y. (2020, 27 de febrero). Sean Hannity acusa a los demócratas de "instrumentalizar" el coronavirus "para ganar puntos políticos baratos y repulsivos". Fox News. https://www.foxnews.com/media/sean-hannity-democrats-weaponizing-coronavirus-trump
  7. Hinnosaar, M., y Hinnosaar, T. (2012). Sesgo de autoridad.
  8. Hatfield, E., Cacioppo, J. T., & Rapson, R. L. (1993). Emotional contagion. Current directions in psychological science, 2(3), 96-100.
  9. Straight, W. (2017, 13 de agosto). Enhebrar la aguja de la verificación de hechos. Pro-Truth Pledge. https://www.protruthpledge.org/threading-fact-checking-needle/

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