Analogía

La idea básica

Los fenómenos complejos pueden ser difíciles de comprender. A menudo nos remitimos a conceptos más simples para hacer inteligible esta complejidad. Por ejemplo, es imposible imaginar la estructura de un átomo debido a su tamaño microscópico. Y es difícil comprender algo que no podemos imaginar porque carecemos de un punto de referencia. Para imaginar un átomo, podemos compararlo con el sistema solar. El núcleo es el sol y los planetas que lo orbitan son los electrones y neutrones.1 En este caso, hemos utilizado el sistema solar como fuente en una analogía con nuestro objetivo, la estructura atómica, para mejorar nuestra comprensión.

Comparar dos objetos, dos fenómenos o dos palabras entre sí como parte de un argumento o una explicación se conoce como analogía. Utilizamos el razonamiento analógico como ayuda para comprender o descubrir cosas que no se pueden representar o imaginar fácilmente. El concepto que se utiliza de forma analógica se denomina fuente y lo que se intenta explicar, objetivo. Al transferir nuestra comprensión de un concepto sencillo a otro complejo, comprendemos más fácilmente el fenómeno objetivo.2 Es una estrategia muy utilizada en ciencia, ya que los científicos trabajan con estructuras complicadas que son invisibles a simple vista. En las ciencias del comportamiento, las analogías se utilizan para tomar decisiones cuando hay mucha incertidumbre. Las analogías son heurísticos - atajos mentales - que nos permiten tomar decisiones más rápidamente.

La analogía es nuestra mejor guía en todas las investigaciones filosóficas; y todos los descubrimientos, que no se hicieron por mero accidente, se han hecho con la ayuda de ella.


- Pionero de la química y la electricidad, y filósofo Joseph Priestley en 17693

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