Fake news

Cómo combatir las noticias falsas con la ciencia del comportamiento

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Jun 03, 2020

No ha habido un momento en la historia reciente en el que la verdad haya importado más que hoy. A medida que los gobiernos, el sistema médico y los ciudadanos de todo el mundo se enfrentan a la desinformación que rodea a los costes económicos y sanitarios del COVID-19, saber en qué información confiar es ahora una cuestión de vida o muerte, y ayudar a la gente a separar los hechos de la ficción es fundamental.

Las falsas creencias pueden ser obstinadas, y las estrategias populares de corrección de hechos, como el formato mito contra hecho, pueden resultar contraproducentes.1 Tomemos como ejemplo el bulo de los plátanos carnívoros del año 2000. Las historias de que los plátanos causaban una enfermedad carnívora se extendieron como la pólvora a través de correos electrónicos, mensajes de texto y el boca a boca. El Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) puso en marcha una línea directa para contrarrestar la desinformación y asegurar a los preocupados estadounidenses que los plátanos eran perfectamente seguros. Aunque se trataba claramente de un engaño, los esfuerzos del CDC dieron credibilidad a esta historia disparatada e incluso aumentaron su aceptación entre la gente, hasta el punto de que historias similares siguieron circulando incluso una década después.2,3

Las ciencias cognitivas sugieren que tenemos puntos ciegos en el procesamiento de la información que nos hacen susceptibles de creer información falsa. Cuando nos encontramos con una afirmación, evaluamos su veracidad centrándonos en un número limitado de criterios. Nos hacemos al menos una de las cinco preguntas siguientes: 3,4

1. ¿Lo creen los demás?

Tendemos a recurrir al consenso social para evaluar lo que probablemente sea correcto. Las investigaciones demuestran que confiamos más en nuestras creencias si otros las comparten, y confiamos más en nuestros recuerdos si otros recuerdan los acontecimientos de la misma manera.5 Para calibrar el consenso, recurrimos a recursos externos o simplemente nos preguntamos cuántas veces hemos oído esa creencia. Lo más probable es que estemos más expuestos a creencias ampliamente compartidas que a creencias sostenidas por pocas personas.6 La popularidad de una creencia es en realidad una medida bastante pobre de la veracidad y, para complicar esto, tendemos a hacer un mal trabajo a la hora de hacer un seguimiento de la frecuencia con la que hemos oído algo y de quién. Así que acabamos confiando en mensajes que nos resultan familiares. Los grupos pequeños pero ruidosos pueden sacar gran partido de esta situación empleando el efecto de la verdad ilusoria: cuanto más repiten su mensaje, más familiar resulta, dando la impresión de que existe una amplia aceptación social, cuando en realidad no la hay en absoluto.

2. ¿Hay muchas pruebas que lo corroboren?

No es sorprendente que seamos más propensos a creer algo cuando hay pruebas que lo apoyan. A menudo buscamos pruebas en artículos científicos revisados por expertos, noticias y otras fuentes en las que confiamos. Sin embargo, a menudo adoptamos un enfoque mucho menos exigente y más rápido, basando nuestro juicio en lo fácil que es recuperar u obtener algunas pruebas. Por ejemplo, cuando recordar una prueba nos resulta difícil, solemos llegar a la conclusión de que hay menos pruebas, independientemente de cuántas haya en realidad.8 Este es un ejemplo del sesgo heurístico de disponibilidad, que puede tener un profundo impacto en la toma de decisiones humanas.5

3. ¿Es compatible con mis creencias?7

Nos inclinamos a creer cosas que son coherentes con nuestras propias creencias y conocimientos. Cuando algo es incoherente con nuestras creencias, tropezamos. Esto se manifiesta incluso en tareas sencillas: tardamos más en leer un texto con el que no estamos de acuerdo y experimentamos sentimientos negativos al hacerlo. Así pues, es posible que creamos en hechos falsos simplemente porque son más compatibles con lo que ya creemos.9,10 Se trata de un caso particular de disonancia cognitiva, en el que podríamos intentar racionalizar nuestra creencia de lo que se sabe que es falso cambiando nuestras otras creencias y cogniciones.

4. ¿Cuenta una buena historia?

¿A quién no le gusta una historia coherente? Cuando los detalles se presentan como parte de una narración y los elementos individuales encajan en un marco coherente, es más probable que pensemos que son ciertos.8 Las investigaciones sugieren que reaccionamos positivamente a los esfuerzos que ayudan a mejorar la coherencia de la información que obtenemos.11

5. ¿Proviene de una fuente creíble?

De hecho, es más probable que aceptemos información de una fuente que consideramos más creíble.12 La gente evalúa la credibilidad teniendo en cuenta la experiencia de la fuente, sus declaraciones anteriores y sus posibles motivos. Y, como era de esperar, la "familiaridad" de la fuente es importante. Incluso ver una cara repetidamente es suficiente para aumentar significativamente la percepción de honestidad, sinceridad y acuerdo general con lo que dice esa persona. Lo más sorprendente es que incluso la facilidad para pronunciar el nombre del orador influye en la credibilidad. Un estudio realizado en 2010 demostró que es más probable que las personas crean las afirmaciones cuando se pronuncian con un acento familiar y fácil de entender que cuando se pronuncian con un acento difícil de entender.13

Cómo se arraigan las noticias falsas

Sabemos que los seres humanos procesamos la información de forma imperfecta, así que no es de extrañar que las noticias falsas arraiguen con tanta facilidad. El formato mito contra hecho que solemos adoptar para combatir las noticias falsas no funciona. Un número creciente de estudios muestra que esta estrategia puede tener consecuencias no deseadas, a saber, aumentar la aceptación de creencias falsas, difundirlas a nuevos segmentos de la población y crear la percepción de que estas creencias falsas son ampliamente compartidas.14 Como se vio en el caso de los plátanos del terror, el mero hecho de saber que puede haber cierta controversia sobre un hecho parece socavar las creencias de la gente sobre la verdad.

El ejemplo perfecto es el debate sobre la eficacia de las vacunas.15 El movimiento antivacunas debe gran parte de su origen a un artículo publicado en The Lancet, una prestigiosa revista de medicina general revisada por expertos. Este artículo, que relacionaba la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (SPR) con el autismo, consiguió encender un feroz debate sobre la supuesta relación entre las vacunas y el autismo, y todo ello a pesar de la eventual retractación del artículo en 2010. A pesar de que varios científicos han desacreditado el estudio desde entonces -además de que el autor fue acusado de mala conducta y se le prohibió ejercer la medicina en el Reino Unido-, algunos siguen suscribiendo la creencia de que las vacunas causan autismo hasta el día de hoy.16

Para llevar

¿Cómo combatir la difusión de información falsa? Investigaciones recientes sugieren que algunas estratagemas sencillas pueden ser eficaces:17

  • Lo ideal es ignorar la información falsa y repetir la correcta.
  • Elimine las anécdotas y las fotos de la comunicación sobre información falsa, ya que sólo sirven para captar la atención, aumentar la comprensión y potenciar la aceptación de la afirmación falsa.
  • Haga que la comunicación sea lo más clara y sencilla posible.
  • Hacer accesible la información mediante una exposición clara y paso a paso y evitando la jerga.
  • Mantener informado al público: una de las estrategias más poderosas para evitar la desinformación es saber que va a llegar.

Es cierto que nuestra época no es la primera de falsedades generalizadas. Estos son los primeros días de la guerra contra las noticias falsas y la información falsa; y encontraremos formas eficaces de combatirlas, como el uso de la tecnología y la inteligencia artificial. Aunque quizá nunca acabemos del todo con el azote de la información falsa y las noticias falsas, seguro que encontraremos nuevas formas de presentar una sólida batalla.

References

1 Schwarz, N., Newman, E. y Leach, W. (2016). Hacer que la verdad se pegue y los mitos se desvanezcan: Lecciones de la psicología cognitiva. Behavioral Science & Policy, 2(1), pp. 85-95.

2 Fragale, A. R., & Heath, C. (2004). Evolving informational credentials: The (mis)attribution of believable facts to credible sources. Personality and Social Psychology Bulletin, 30, 225-236

3 Erin Conway-Smith (2011). Mozambique: El bulo de los "plátanos carnívoros" se hace viral. Public Radio International, recuperado de https://www.pri.org/

4 Schwarz, N. (2015). Metacognición. En M. Mikulincer, P. R. Shaver, E. Borgida, & J. A. Bargh (Eds.), APA handbook of personality and social psychology: Actitudes y cognición social (Vol. 1, pp. 203-229). Washington, DC: American Psychological Association

5 Festinger, L. (1954). Una teoría de los procesos de comparación social. Human Relations, 7, 117-140.

6 Visser, P. S., y Mirabile, R. R. (2004). Attitudes in the social context: The impact of social network composition on individual-level attitude strength. Journal of Personality and Social Psychology, 87, 779-795.

7 Foster, J. L., Huthwaite, T., Yesberg, J. A., Garry, M. y Loftus, E. F. (2012). La repetición, no el número de fuentes, aumenta tanto la susceptibilidad a la desinformación como la confianza en la exactitud de los testigos oculares. Acta Psychologica, 139, 320-326.

8 Schwarz, N., Newman, E. y Leach, W. (2016). Making the truth stick & the myths fade: Lecciones de la psicología cognitiva. Behavioral Science & Policy, 2(1), pp. 85-95.

9 Wyer, R. S. (1974). Organización cognitiva y cambio: An information processing approach. Potomac, MD: Erlbaum.

10 Edwards, K., y Smith, E. E. (1996). A disconfirmation bias in the evaluation of arguments. Journal of Personality and Social Psychology, 71, 5-24.

11 Johnson-Laird, P. N. (2012). Inference with mental models. En K. Holyoak & R. G. Morrison (Eds.), The Oxford handbook of thinking and reasoning (pp. 134-145). New York, NY: Oxford University Press.

12 Eagly, A. H., y Chaiken, S. (1993). La psicología de las actitudes. Orlando, FL: Harcourt Brace Jovanovich College.

13 Lev-Ari, S., y Keysar, B. (2010). ¿Por qué no creemos a los hablantes no nativos? The influence of accent on credibility. Journal of Experimental Social Psychology, 46, 1093-1096.

14 Skurnik, I., Yoon, C., Park, D. C., & Schwarz, N. (2005). Cómo las advertencias sobre afirmaciones falsas se convierten en recomendaciones. Journal of Consumer Research, 31, 713-724.

15 Ayoob, K. T., Duyff, R. L., & Quagliani, D. (2002). Posición de la Asociación Dietética Americana: Información errónea sobre alimentación y nutrición. Journal of the American Dietetic Association, 102, 260-266.

16 Chou, Vivian. ¿Vacunar o no vacunar? En busca de un veredicto en el debate sobre la vacunación. Science in the News, Universidad de Harvard, extraído de https://sitn.hms.harvard.edu

17 Schwarz, N., Newman, E. y Leach, W. (2016). Making the truth stick & the myths fade: Lecciones de la psicología cognitiva. Behavioral Science & Policy, 2(1), pp. 85-95.

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