Stressed woman at work

Un cambio cerebral: cómo el estrés rediseña nuestra toma de decisiones

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Jul 13, 2018

En estos momentos, el estrés está en auge, especialmente en el Reino Unido. Este año, la Mental Health Foundation ha realizado el mayor estudio conocido hasta la fecha sobre los niveles de estrés en el Reino Unido, con más de 4.500 participantes, y los resultados son asombrosos. Durante el año pasado, el 74% de los encuestados declararon sentirse tan estresados que se sentían "abrumados o incapaces de hacer frente a la situación" [1].

No se trata de una reclamación menor, y la estadística subyace a una situación inaceptable que cada vez más personas tienen que soportar. El resultado pone de relieve la necesidad cada vez más urgente de comprender qué está causando unos niveles de estrés tan abrumadores, y de reconocer las posibles consecuencias si no actuamos para remediar la situación.

¿Qué es el estrés?

Hasta cierto punto, la reacción a la que podríamos referirnos como "estrés" en el día a día puede ser inevitable, y simplemente forma parte de la vida normal. Sin embargo, el HSE define oficialmente el estrés como una reacción a presiones o exigencias "excesivas" [2], a diferencia de la presión cotidiana ordinaria. Esto significa que el estrés no es, ni debe tratarse, como la norma. Por el contrario, el estrés constante debe considerarse una señal de advertencia de que es necesario reducir las exigencias a las que está sometido el individuo.

Ciertamente, el estrés agudo tiene su lugar en términos evolutivos. En situaciones primitivas de peligro, como ser perseguido por un animal depredador, el estrés era un mediador útil de las opciones de respuesta. Su función era tomar las riendas para favorecer nuestra supervivencia. Al ver a un depredador, nuestra respuesta de estrés activaba el sistema nervioso simpático y nos catapultaba directamente a un estado de lucha o huida. Distracciones como el hambre se suprimían para evitar que nuestra energía y atención se desviaran de la elección de vida o muerte entre mantenernos firmes o huir.

Aunque ya no tengamos que huir a diario de los depredadores, nuestro cuerpo sigue produciendo la misma respuesta física a las causas modernas de estrés agudo. Por eso podemos perder el apetito y tener ganas de salir corriendo antes de una gran presentación en el trabajo.

¿Qué importancia tiene?

Hasta cierto punto, las ventajas evolutivas del estrés pueden trasladarse al lugar de trabajo de hoy en día, canalizando nuestra atención hacia prioridades más altas, renunciando a otras menos importantes y, por tanto, haciendo frente a las situaciones urgentes con mayor rapidez. En última instancia, sin embargo, la respuesta extrema que era necesaria frente a un león hambriento es desproporcionada en situaciones que no ponen en peligro la vida en la sala de juntas, y de hecho puede llegar a ser activamente perjudicial. Cuando el estrés excesivo forma parte de la vida cotidiana, puede convertirse en crónico y causar graves problemas de salud. El estrés se ha relacionado específicamente con la depresión [3], así como con cambios más generales en el estado de ánimo, el comportamiento y la salud física.

Recientemente, un impacto menos conocido del estrés se está convirtiendo cada vez más en objeto de investigación: el impacto del estrés en la toma de decisiones. En 2012, un experimento demostró que el estrés crónico sesga la toma de decisiones humanas hacia los hábitos en lugar de hacia los objetivos [4]. Este estudio puso a prueba a dos grupos de participantes: un grupo había estado expuesto a estrés grave (este grupo estaba formado por estudiantes que se preparaban para un examen de selección médica) y otro no. A ambos grupos se les encomendó la tarea idéntica de elegir repetidamente entre varias opciones en una pantalla. Con cada opción, el participante recibía una recompensa a base de comida, un poco de agua (resultado neutro) o nada. Se indicó a los participantes que aprendieran (y eligieran) las opciones que con más frecuencia daban lugar a recompensas basadas en la comida.

Durante una pausa, los participantes podían comer hasta que confirmaban que ya no querían o "valoraban" la recompensa basada en comida, y entonces continuaba el experimento. Se informó a los participantes de que, a partir de ese momento, todas las opciones tendrían la misma probabilidad de obtener una recompensa alimentaria. El grupo no estresado adaptó sus elecciones en función de sus necesidades y deseos actuales (es decir, su menor deseo de comer), y también en función de los resultados modificados de las opciones. En otras palabras, siguieron tomando decisiones orientadas a objetivos.

Sin embargo, los participantes estresados siguieron confiando en las elecciones habituales que habían aprendido antes en el experimento, y no consiguieron ajustarlas en función de su menor hambre o de las probabilidades alteradas de recompensa. En otras palabras, los participantes estresados no podían adaptarse en función de los resultados de su comportamiento.

El estudio también utilizó escáneres de resonancia magnética funcional para examinar lo que ocurría en el cerebro de los participantes estresados. Se observaron cambios estructurales y los resultados también mostraron que las redes neuronales que gobiernan la toma de decisiones se activan de forma diferente bajo estrés crónico. La activación se desplazó del circuito asociativo (orientado a objetivos) al circuito sensoriomotor (habitual). Esto proporcionó un mapa neurológico de las diferencias observadas en los comportamientos de toma de decisiones entre los dos grupos.

En algunas situaciones, evidentemente, la toma de decisiones habitual es útil: cuando uno sale de casa para ir a trabajar, es útil poder confiar en el hábito para que le recuerde recoger las llaves, el teléfono y el bolso al salir. Pero también es necesario poder anular las decisiones habituales para adaptarse a circunstancias cambiantes. Por ejemplo, un cambio en el tiempo puede hacer que tengamos que añadir un elemento diferente, como un paraguas o un chubasquero.

Como demostró el experimento anterior, esta capacidad de adaptación se inhibe en situaciones de estrés agudo; el cerebro recurre a la toma de decisiones habitual porque exige menos recursos cognitivos. Olvidar el paraguas en un día lluvioso puede no ser un gran problema, pero la dependencia de la toma de decisiones habitual no es óptima cuando se trata de tomar decisiones complejas con consecuencias importantes en la vida, ya sea decidir cómo encaminar nuestros objetivos profesionales o elegir una alimentación sana en lugar del picoteo habitual.

Y lo que quizá sea más preocupante, un estudio reciente realizado en 2017 [5] sugirió que no solo se altera la metodología de nuestra toma de decisiones bajo estrés crónico, sino también nuestra capacidad para realizar una evaluación fiable de costes y beneficios. Este estudio descubrió que, en roedores, la exposición crónica al estrés provocaba una "evaluación anormal de costes y beneficios", lo que se traducía en una "toma de decisiones no óptima", con una mayor probabilidad de elegir opciones de alto riesgo y alta recompensa. De este modo, el estrés crónico puede estropear la calidad de nuestras decisiones y hacer que nos centremos más en las posibles recompensas y demasiado poco en los posibles riesgos.

Esto resulta problemático cuando se sopesan decisiones que cambian la vida, como cambiar de profesión o tener un hijo. De nuevo, este estudio reveló alteraciones paralelas en la activación de los circuitos neuronales utilizados para la toma de decisiones. Sugiere que esta alteración funcional del cerebro podría ser el vínculo físico subyacente entre el estrés y la toma de decisiones aberrantes. Para las personas expuestas constantemente a un estrés excesivo -por ejemplo, en trabajos sometidos a mucha presión- es probable que estos efectos perjudiciales en la toma de decisiones repercutan negativamente en los resultados vitales.

¿Qué nos estresa tanto?

El trabajo aparece sistemáticamente en los estudios como una de las fuentes más importantes de estrés en el Reino Unido. Entre los factores de estrés relacionados con el trabajo más citados se encuentran la gran carga de trabajo y las largas jornadas laborales, así como la falta de control o autonomía en el trabajo [6]. De hecho, en el índice Better life de la OCDE, el Reino Unido sólo ocupa el puesto 28 de 38 países en la clasificación del equilibrio entre la vida laboral y personal. Está claro que tenemos que aprender de los países que encabezan la clasificación, con los Países Bajos y Dinamarca como los dos mejor valorados.

Sin embargo, las altísimas tasas de estrés laboral en el Reino Unido son noticia vieja. Las estadísticas de la Encuesta de Población Activa sugieren que las altísimas tasas de estrés laboral en este país se han mantenido relativamente constantes desde 2003 [7]. El estrés laboral debería ser, en teoría, relativamente fácil de abordar mediante intervenciones, y la legislación en materia de salud y seguridad ya responsabiliza legalmente a los empresarios de la protección de los empleados frente a los problemas de salud derivados del estrés laboral. Curiosamente, un informe del HSE para 2016/17 incluso sugiere que el Reino Unido está "mejor situado que muchos en Europa por tener un plan de acción para prevenir el estrés relacionado con el trabajo, en un 60%" [8]. Entonces, ¿por qué persiste el problema?

De las estadísticas persistentes se desprende que la legislación y los planes de acción existentes no se promulgan con suficiente rigor. En un estudio realizado en 2014, por ejemplo, el 80 % de los encuestados afirmaron que no se sentirían capaces de hablar del estrés con su empleador [9], sobre todo porque temían ser estigmatizados y les preocupaba que la revelación pudiera reducir sus posibilidades de ascenso. Esta última razón sugiere una expectativa tácita de que los empleados se limitarán a aceptar y asumir cargas excesivas. Como demuestran las estadísticas, esta actitud no hace más que generar una mano de obra insana e infeliz.

¿Qué podemos hacer?

Evidentemente, es necesario un cambio cultural. La responsabilidad es clave: los empresarios deben asumir la responsabilidad activa de reducir los niveles de estrés en el lugar de trabajo. Ya sea introduciendo horarios flexibles, dando a los empleados más control sobre su horario o simplemente fomentando la franqueza para hablar de los problemas relacionados con el estrés.

La apertura al cambio real en el lugar de trabajo aún no se ha adoptado en el Reino Unido, y es muy necesaria. Otros países ya están explorando un cambio profundo en la cultura laboral. En Suecia, por ejemplo, en 2015-17 se puso a prueba una jornada laboral de seis horas. Aunque la jornada de seis horas aún no se ha adoptado como norma en todo el país, el propio proyecto piloto mostró un esfuerzo encomiable por dar prioridad a la cuestión del equilibrio entre la vida laboral y personal. Los responsables políticos británicos deben reflejar esta apertura al cambio cultural y reconocer el impacto perjudicial del estrés crónico en las decisiones que tomamos cada día.

References

[1] "Estadísticas de salud mental: Stress", Mental Health Foundation, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.mentalhealth.org.uk/statistics/mental-health-statistics-stress.

[2] "Work-Related Stress and How to Tackle It", Health and Safety Executive, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.hse.gov.uk/stress/what-to-do.htm.

[3] Hideki Miura, Norio Ozaki, Makoto Sawada, Kenichi Isobe, Tatsuro Ohta y Toshiharu Nagatsu, "A link between stress and depression: Shifts in the balance between the kynurenine and serotonin pathways of tryptophan metabolism and the etiology and pathophysiology of depression", The International Journal on the Biology of Stress 11, no. 3 (2008): 198-209, doi:10.1080/10253890701754068.

[4] José M. Soares, Adriana Sampaio, Luis M. Ferreira, Nadine C. Santos, Fernanda Marques, Joana A. Palha, João J. Cerqueira y Nuno Sousa, "Stress-induced changes in human decision-making are reversible", Translational Psychiatry 2, nº 7 (2012): e131, doi:10.1038/tp.2012.59.

[5] Alexander Friedman, Daigo Homma, Bernard Bloem, Leif G. Gibb, Ken-ichi Amemori, Dan Hu, Sebastien Delcasso, Timothy F. Truong, Joyce Yang, Adam S. Hood, Katrina A. Mikofalvy, Dirk W. Beck, Norah Bguyen, Erik D. Nelson, Sebastian E. Toro Arana, Ruth H. Vorder Bruegge, Ki A. Goosens y Ann M. Graybiel, "Chronic Stress Alters Striosome-Circuit Dynamics, Leading to Aberrant Decision-Making", Cell 171, no. 5 (2017): 1191-1205, doi:10.1016/j.cell.2017.10.017.

[6] "Estrés relacionado con el trabajo", Eurofound, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.eurofound.europa.eu/observatories/eurwork/comparative-information/work-related-stress.

[7] "Encuesta de población activa (2017)", Health and Safety Executive, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.hse.gov.uk/statistics/causdis/stress/.

[8] "Comparaciones europeas", Health and Safety Executive, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.hse.gov.uk/statistics/european/european-comparisons.pdf.

[9] "Estrés en el lugar de trabajo: Un estigma en el Reino Unido", Slater and Gordon, consultado el 04 de junio de 2018, https://www.slatergordon.co.uk/media-centre/press-releases/2014/07/workplace-stress-a-stigma-in-uk/

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