Mental accounting bias

La contabilidad mental influye en cómo empleamos nuestro tiempo

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Jul 03, 2020

Todos hemos oído decir que el tiempo es dinero. Al igual que el dinero, el tiempo es un recurso escaso que puede consumirse, ahorrarse e invertirse.1 Surge entonces una pregunta: ¿Somos susceptibles a los mismos sesgos cognitivos que encontramos en el mundo financiero cuando tomamos decisiones sobre el tiempo?

La contabilidad mental, teoría introducida por Richard Thaler, padre fundador de la economía conductual, es un ejemplo de sesgo común en finanzas2 que describe la tendencia de las personas a categorizar su dinero en cuentas separadas no fungibles, es decir, distintas entre sí. Entre las cuentas más comunes se encuentran las cuentas de ahorro, las cuentas corrientes y las cuentas de jubilación, a las que se asignan fondos en función de su origen o uso previsto y que suelen dar lugar a una toma de decisiones irracional.

Contabilidad mental: cómo duele, cómo ayuda

Todos, al menos en algún momento de nuestras vidas, nos hemos rendido al sesgo de la contabilidad mental. Por ejemplo, la gente suele gastar el dinero que gana de forma inesperada -como el de la lotería o el de un regalo- más rápido que las fuentes de ingresos más estables, y en artículos de menor importancia. La gente también tiende a retrasar la compra de artículos importantes porque su cuenta mental para ellos se agota, mientras sigue gastando dinero en cosas menos importantes. Sin duda, estas decisiones violan la racionalidad económica, que postula que el dinero es un recurso fungible cuyo valor permanece constante independientemente de su fuente o uso previsto.

Sin embargo, el sesgo de contabilidad mental también puede ser útil en algunos casos; a menudo es lo que permite a la gente ahorrar dinero en sus fondos de emergencia, jubilación o educación de los hijos. Al negarse a utilizar dinero de estas cuentas tan importantes independientemente de las circunstancias, la gente puede proteger su futuro con un pequeño coste temporal.

Contabilidad mental y tiempo

Dadas las similitudes antes mencionadas entre el dinero y el tiempo, ¿puede la contabilidad mental influir también en nuestra toma de decisiones a la hora de asignar el tiempo? La investigación sugiere que la respuesta es afirmativa.

Se teoriza que, una vez que las personas consumen el tiempo necesario para satisfacer sus necesidades fisiológicas (es decir, comer, asearse, dormir), destinan el tiempo al consumo (ocio) o a la producción (trabajo) con el objetivo último de maximizar su bienestar total.3

Una serie de experimentos basados en escenarios pretendía comprender mejor cómo varía nuestra percepción del tiempo en función de si el contexto es una actividad relacionada con el trabajo o una actividad de ocio.4 Resulta que tratamos el tiempo ganado por el aplazamiento de una actividad relacionada con el trabajo de forma diferente al tiempo ganado por el aplazamiento de una actividad no relacionada con el trabajo. También tenemos un umbral innato para el tiempo que dedicamos a tareas relacionadas con el trabajo; tendemos a asignar la mayor parte del tiempo ganado a actividades no relacionadas con el trabajo, independientemente de su origen. Ejemplos de ello son la cancelación de planes y la finalización de una tarea antes de lo previsto.

De esta investigación se desprende que a menudo se incumple el supuesto económicamente racional de que el dinero es fungible. Además, demuestra que tenemos cuentas mentales separadas para el trabajo y el ocio y que intentamos equilibrar nuestras actividades de acuerdo con estas expectativas preestablecidas.

¿Y qué? ¿Cómo puede ayudarnos este conocimiento?

Aplicaciones prácticas

Al reconocer cómo la contabilidad mental puede afectar a la forma en que distribuimos el tiempo en nuestra vida diaria, podemos mejorar nuestros hábitos para alcanzar mejor nuestros objetivos.

Un ejemplo clásico de contabilidad mental en el mundo real es el problema de encontrar taxis en un día lluvioso. Los taxistas suelen tener una cuenta mental de un objetivo diario de ingresos que pretenden alcanzar. Cuando llueve, la demanda de taxis suele ser mayor, lo que permite a los taxistas alcanzar sus objetivos diarios más rápidamente y, en última instancia, volver a casa antes. Sin embargo, esto no es económicamente racional. Al fin y al cabo, si los taxistas ganan más dinero los días de lluvia, deberían trabajar más esos días, lo que les permitiría trabajar menos los días de menos lluvia.

La lección del ejemplo del taxi puede ser valiosa para quienes intentamos maximizar nuestra productividad. A menudo, nuestras cuentas mentales para actividades laborales y no laborales pueden poner límites a la cantidad de trabajo que realizamos en un día determinado. Si nos sentimos muy productivos en un día determinado, celebrar esta productividad sólo puede obstaculizar la cantidad de trabajo que podemos hacer.

Del mismo modo, en los días en que nos sentimos improductivos, esforzarnos por ser productivos puede acabar siendo una pérdida de tiempo, ya que éste puede estar mejor empleado rejuveneciéndonos. Ser conscientes de nuestras cuentas mentales y darnos cuenta de que podemos transferir tiempo a cuentas diferentes puede, en última instancia, aumentar nuestra productividad. Si alguna vez te das cuenta de que hay momentos en los que estás desperdiciando tiempo productivo de gran valor, da un paso atrás y piensa en cómo podrías asignar mejor tu cuenta mental del tiempo. Intenta anular tus cuentas mentales, ajustar tus presupuestos mentales a tu estado de ánimo diario y maximizar la productividad.

La aplicación anterior analiza cómo reconocer que el tiempo es fungible puede ser útil. En algunas situaciones, sin embargo, también puede ayudarnos atender a nuestras tendencias automáticas. Comprender cómo presupuestamos mentalmente el tiempo también puede ayudarnos a minimizar la procrastinación. Una de las principales explicaciones de por qué procrastinamos es el sesgo del presente, que es nuestra tendencia a sobrevalorar los beneficios a corto plazo y subestimar las consecuencias a largo plazo de una decisión, lo que da lugar a una búsqueda de gratificación instantánea y a una disonancia cognitiva con nuestros objetivos.5

Podemos utilizar el presupuesto mental en nuestro beneficio minimizando eficazmente la influencia del sesgo del presente. Los resultados del estudio descrito anteriormente muestran que, una vez que decidimos nuestros presupuestos mentales de tiempo, solemos esforzarnos al máximo por equilibrarlos y ajustarnos a ellos. Por lo tanto, emplear presupuestos mentales para planificar nuestros días puede ser más beneficioso para ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos que los horarios tradicionales.

Por ejemplo, supongamos que un estudiante universitario llamado Jack está planeando su sábado. Jack, como muchos, puede planificar su día así:

11:00 - 13:00: Deberes

13:00 - 13:30 h: Almuerzo

13:30 - 16:00: Deberes

4:00pm - 6:00pm: Tiempo social

18:00 - 20:00 h: Trabajo para el club

20:00 - 20:30 h: Cena

20:30 - 22:00: Deberes

Sin embargo, si Jack se retrasa a menudo, podría beneficiarse de pensar en sus responsabilidades en términos de cuentas de tiempo: 6 horas para los deberes, 2 horas para el trabajo del club y 2 horas para el tiempo social, por ejemplo. De este modo, el objetivo de Jack durante el día será ceñirse a estas cuentas de tiempo y no al horario.

Por último, otra aplicación de esta investigación en nuestra vida cotidiana es la gestión del equilibrio entre la vida laboral y personal. Si eres de los que suelen tener problemas con esto, prueba a utilizar la contabilidad mental para asegurarte de que te dedicas a ambos aspectos de tu vida. Por ejemplo, si tiene tendencia a dejarse absorber por el trabajo u otras responsabilidades el fin de semana, puede ayudarle etiquetar un determinado periodo de tiempo del sábado (por ejemplo, el sábado por la tarde) como "tiempo para la familia". De este modo, su decisión el sábado por la tarde no será si debe trabajar o pasar tiempo con la familia. En su lugar, la decisión será entre ir al acuario o ir de excursión.

Lo último para llevar

La contabilidad mental puede ser tanto perjudicial como ventajosa para la toma de decisiones a la hora de asignar el dinero y el tiempo. También debemos tener en cuenta que nuestras preferencias sobre cómo queremos distribuir nuestro tiempo dependen en gran medida de diversos factores individuales y situacionales. Además, como describieron Kahneman y Tversky, puede que ni siquiera merezca la pena intentar ajustar nuestros sesgos de contabilidad mental, porque solucionar un aspecto del problema puede crear otros problemas.6 Tal vez, la pregunta que debamos respondernos es si los beneficios de ajustar nuestras decisiones de asignación del tiempo compensan los costes cognitivos asociados a estos ajustes.

References

1. Jacoby, J., Szybillo, G. J. & Berning, C. K. Tiempo y comportamiento del consumidor: An Interdisciplinary Overview. Journal of Consumer Research vol. 2 320 (1976).
2. Thaler, R. H. Mental Accounting and Consumer Choice. Marketing Science vol. 27 15-25 (2008).
3. Becker, G. S. A Theory of the Allocation of Time. The Economic Journal vol. 75 493 (1965).
4. Rajagopal, P. & Rha, J.-Y. The mental accounting of time. Journal of Economic Psychology vol. 30 772-781 (2009).
5. Bisin, A. & Hyndman, K. Present-Bias, Procrastination and Deadlines in a Field Experiment. (2014) doi:10.3386/w19874.
6. Kahneman, D. & Tversky, A. Choices, Values, and Frames 1-16 (2000) doi:10.1017/cbo9780511803475.002.

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