Cada vez vivimos más en realidades que construimos nosotros mismos, con anuncios de cosas que ya hemos comprado y opiniones que ya tenemos reforzadas a través de las redes sociales y la publicidad. A medida que el contenido que se nos presenta se refina para reflejar nuestras elecciones previas, enmarcamos más nuestra propia realidad de modo que está orientada al sujeto antes incluso de que la hayamos experimentado. Como resultado, los conceptos de la ciencia del comportamiento de encuadre y sesgo de confirmación (entre otros sesgos cognitivos) pueden verse en las decisiones diarias que dan forma a nuestros mundos.
En medio de este impulso hacia los contenidos egocéntricos surgieron las advertencias desencadenantes, declaraciones que alertan a la gente de que un escrito, vídeo o charla contiene material potencialmente angustioso. Es importante señalar que se introdujeron con nobles intenciones: por ejemplo, evitar que una víctima de violencia sexual tuviera que ver accidentalmente un contenido que pudiera desencadenar un flashback. Y aunque, cuando se utilizan de este modo, las advertencias pueden desempeñar un papel válido y valioso en la vida cotidiana, también pueden utilizarse para acoger a quienes se sienten angustiados por opiniones contrarias a las suyas, y servir simplemente para reforzar prejuicios ya existentes. Un ejemplo de ello podría ser un fundamentalista religioso que no asistiera a un curso en el que se discutiera la teoría de la evolución.
Con la introducción de advertencias de activación en la educación en instituciones como las universidades de Cornell y Oxford, entre otras -de modo que incluso el proceso de aprendizaje se censura a lo que los individuos se sienten cómodos, y las instituciones de aprendizaje proporcionan un "espacio seguro" en lugar de un espacio donde se celebran el debate abierto y las opiniones diferentes-, deberíamos considerar nuestra obligación de introducir en nuestro sistema educativo algún tipo de aprendizaje obligatorio en torno a los efectos de estos contenidos hipercurados, especialmente en el uso de las redes sociales.
Según la teoría de las perspectivas (Kahneman y Tversky, 1979), de la que se deriva el encuadre, las decisiones se toman en dos fases. La primera consiste en editar las opciones disponibles, que se codifican como ganancias o pérdidas. Esto puede aplicarse a las advertencias desencadenantes, por las que el alumno decide, basándose en la advertencia, si experimentará una ganancia o una pérdida, como por ejemplo si sentirá algo positivo o negativo como resultado de acudir a una clase. La segunda consiste en la evaluación (McElroy y Seta, 2003). Si la clase se evalúa posteriormente como una pérdida, con una alta probabilidad de sentirse estresado o molesto, será menos probable que decidan asistir a la clase.
El sesgo de confirmación se basa en un heurístico denominado comprobación confirmatoria de hipótesis, que es una tendencia a buscar y sobreponderar la información que confirma una creencia existente en lugar de prestar atención a las pruebas que no la confirman (Jones y Sugden, 2001). Es evidente en las decisiones de los alumnos que utilizan avisos de activación y toman la decisión de no exponerse a determinados elementos e ideas, ya que pueden resultar perturbadores. Estos alumnos prefieren buscar ideas y grupos que confirmen su forma de pensar actual, en lugar de perturbarla y aportar ideas contradictorias.
Ampliar la mente y cuestionar las propias ideas son objetivos clave del aprendizaje en general. Es mucho más probable que esto ocurra cuando se está expuesto a ideas que tienen el potencial de trastornar, de obligar a cuestionar la propia forma de pensar y, por tanto, de forzar una evaluación más profunda de las propias opiniones. Cuando se introduce una forma de pensar limitada en un contexto educativo, aumenta la posibilidad de que se perpetúen las ideas preexistentes de una persona sobre algo, permitiéndole más poder para curar su propia realidad, algo que todos hacemos hasta cierto punto de todos modos, pero que hace que permanecer en la zona de confort de uno sea más fácil que nunca.
Aunque está bien tener una opinión propia, ¿no es más sano haber considerado los méritos y los inconvenientes de las opiniones propias y ajenas antes de tomar una decisión? Además, ¿no son más acertadas nuestras decisiones si buscamos y tenemos en cuenta las pruebas que las desmienten cuando aparecen? Basándose en investigaciones anteriores de Kahneman y Tversky, Stanovich y West (2000) proponen un enfoque de dos sistemas para la toma de decisiones. Sostienen que tenemos dos tipos principales de procesos cognitivos: el sistema uno se basa en la heurística, es automático y subconsciente (lo que lleva a una contextualización automática de los problemas), mientras que el sistema dos es consciente, medido y reflexivo. Cuando las decisiones del sistema uno conducen a elecciones subóptimas (no conscientes ni reflexivas), se supone que el sistema dos anula al sistema uno. Cuando esto no ocurre con regularidad, la heurística utilizada en el sistema uno se convierte en prejuicios arraigados, inherentes a nuestra forma de pensar sobre ciertas cosas.
En el caso de las advertencias desencadenantes, los alumnos toman decisiones precipitadas, basadas en una información potencialmente escasa sobre el contexto del contenido, lo que permite que estos atajos mentales tomados para llegar a la decisión (en este caso, no asistir a una clase) se afiancen como prejuicios. Así, acabamos evitando todo lo que tenga que ver con un tema asociado o una frase que no sea de nuestro agrado. Las decisiones de cada uno se ven entonces más influidas por los sesgos cognitivos y la forma en que se enmarcan las situaciones. Una forma de interpretar esto es que las personas que utilizan advertencias desencadenantes son intrínsecamente más propensas a estar influidas por prejuicios. Una justificación del tipo "no lo hice porque me avisaron" para no introducir el pensamiento del sistema dos en la decisión de seguir adelante o no con un curso no es el efecto que deberían tener las advertencias desencadenantes.
Sin embargo, con más consideración, el sistema dos puede anular al sistema uno. Si prestamos más atención al contexto general de nuestras decisiones y a los posibles beneficios (o efectos perjudiciales) de aislarnos de ciertos argumentos, podremos superar esta tendencia a prejuzgar. Si no lo hacemos, nuestra heurística y nuestros prejuicios reforzarán la idea de que está bien no tener en cuenta otras opiniones, de que no cuestionar tus creencias, por fundamentales que sean, es una forma aceptable de salir del sistema educativo.
En un mundo en el que las fronteras de todo tipo son cada vez más difusas -con la integración que se produce a través de los viajes, los negocios y otros canales-, la realidad es que la mayoría de las personas que participan activamente en la economía global van a ver cuestionadas su cultura y sus creencias en algún momento, y necesitan estar preparadas para ello. Permitirse estar en situaciones incómodas es una experiencia de aprendizaje clave, y quienes no lo hagan en la universidad deben ser conscientes del impacto que puede tener no hacerlo.
Además, es probable que las máquinas cada vez más inteligentes agraven nuestra unilateralidad. Los algoritmos que dirigen nuestras plataformas de redes sociales y los anuncios de productos se basan en su propia heurística para decidir lo que se le presenta a usted, el usuario, que está dirigido por nuestro comportamiento anterior; clics, gustos y búsquedas. De este modo, la tecnología conspira con nuestros prejuicios inherentes para presentarnos un mundo adaptado a nuestro sistema de creencias. Nuestro mundo y nuestras creencias se nos confirman y reconfirman, ya que así es como aprenden los algoritmos de las máquinas, devolviéndonos temas relacionados con lo que ya hemos mirado.
References
Jones, Martin, y Robert Sugden. Sesgo de confirmación positiva en la adquisición de información. Theory and Decision, 50, no. 1 (2001), 59-99. doi:10.1023/a:1005296023424.
Kahneman, Daniel, y Amos Tversky. Prospect Theory: An Analysis of Decision under Risk. Econometrica, 47, no. 2 (1979), pp. 263-291. JSTOR [JSTOR], doi:10.2307/1914185.
McElroy, Todd, y John J. Seta. Framing effects: An analytic-holistic perspective. Journal of Experimental Social Psychology, 39, nº 6 (2003), 610-617. doi:10.1016/s0022-1031(03)00036-2.
Stanovich, Keith E., y Richard F. West. Diferencias individuales en el razonamiento: ¿Implicaciones para el debate sobre la racionalidad? Behavioral and Brain Sciences, 23, no. 5 (2000), 645-665. doi:10.1017/s0140525x00003435.