Mentalidad fija
La idea básica
La mentalidad fija es una forma de pensar sobre la propia inteligencia y las capacidades. En concreto, describe la visión de la inteligencia y las capacidades como innatas e inmutables. Cuando se enfrenta a una tarea que parece demasiado difícil, alguien con una mentalidad fija puede pensar: "Es imposible que pueda hacerlo, así que ¿para qué molestarse en intentarlo?". Esta mentalidad está muy centrada en los resultados; en lugar de ver los fracasos como experiencias de aprendizaje, alguien con una mentalidad fija sentirá que el trabajo duro, al no producir ningún resultado directo, fue "todo para nada". Sus éxitos y fracasos también pueden ser una parte importante de cómo se definen a sí mismos, lo que significa que pueden evitar asumir riesgos para no quedar mal en caso de que fracasen.
La mentalidad fija es un extremo del espectro de la forma en que las personas piensan sobre su inteligencia. En el otro extremo está la mentalidad de crecimiento, que se refiere a pensar que la inteligencia y las capacidades son cambiantes. La mentalidad de crecimiento considera la inteligencia como un músculo que se fortalece a medida que se trabaja. También se centra más en el proceso de aprendizaje que en el resultado. Los fracasos se ven como oportunidades para aprender algo valioso y ningún intento de resolver un problema se considera nunca desperdiciado.
La investigación sobre la mentalidad ha demostrado que una mentalidad fija es menos adaptativa que una mentalidad de crecimiento. Esto se debe en parte a que la mentalidad fija aumenta el estrés y la presión para rendir y también a que lleva a las personas a creer que conocen el alcance de sus capacidades intelectuales y que están limitadas por ellas. Se ha argumentado que nuestro potencial es incognoscible, por lo que no debemos rendirnos simplemente porque pensemos que no podemos lograr algo. No podemos saber de lo que somos capaces y, con dedicación y trabajo, el alcance de lo que somos capaces está ciertamente sujeto a cambios.1