De cara al nuevo año, muchos de nosotros nos encontramos explorando nuevos hábitos, rutinas y aficiones en los que invertir nuestro tiempo y esfuerzo en 2021. Ya sea comer más sano e ir más al gimnasio, o aprender un nuevo idioma para ejercitar el cerebro, estos objetivos requieren cierto nivel de planificación, sobre todo si queremos ser eficaces y eficientes. Tenemos que empezar a pensar a largo plazo y dejar de improvisar qué hacer al amanecer de cada nuevo día.
El problema es que planificar el futuro no es algo natural para nosotros. Todos conocemos diferentes versiones de la procrastinación y los innumerables vicios asociados a ella: videojuegos, redes sociales, Netflix, lo que sea. Somos muy conscientes de estas distracciones, pero aun así caemos víctimas de ellas. Cuando sentimos una ráfaga de esperanza y nos decimos a nosotros mismos que mañana será diferente, hacemos todo lo posible por empezar de nuevo y juramos no volver a caer en la misma trampa. Pero poco a poco volvemos a caer en lo que parece nuestro estado natural: la pereza.
Es realmente descorazonador, y como alguien que lleva mucho tiempo frustrado por esto, quería encontrar respuestas. Cada uno de nosotros tiene diferencias biológicas y ambientales, así que ¿cómo es posible que todos compartamos este defecto aparentemente arraigado? ¿Y cómo podemos fortalecernos para tomar mejores decisiones?
Acompáñame a través de las explicaciones históricas y psicológicas de estos fenómenos, que nos darán la información necesaria para aumentar nuestra productividad, tomar mejores decisiones y construir una vida feliz y exitosa.
Así que empecemos. ¿Qué nos enseña la historia sobre los orígenes de nuestra incapacidad para tomar decisiones eficaces?