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El diablo que (esperas) conocer: Polarización política

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Jan 08, 2018

En su último discurso en el cargo, el Presidente Obama comentó el creciente nivel de polarización extrema, especialmente en las interacciones en línea, diciendo a los asistentes "[s]i están cansados de discutir con extraños en Internet, intenten hablar con uno en la vida real". Dado que el auge de las redes sociales ha puesto de relieve (si no exacerbado) las divisiones políticas en la sociedad moderna -permitiéndonos buscar cámaras de eco entre aquellos con los que estamos de acuerdo y enemistarnos con nuestros adversarios desde la relativa seguridad de un mundo mediado por pantallas-, el consejo del Presidente parecía apuntar a una verdad más profunda de la interacción humana: es más difícil demonizar a alguien que conocemos.

""[s]i estás cansado de discutir con desconocidos en Internet, intenta hablar con uno en la vida re
al"".

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Los efectos de la mera exposición

De hecho, numerosas investigaciones psicológicas respaldan esta afirmación intuitiva. Empezando por la demostración de Zajonc[1] (1968) del efecto actitudinal de la "mera exposición" -que basta con familiarizarse con algún estímulo (una persona, un animal, un objeto, etc.) para influir positivamente en nuestras actitudes hacia esa cosa-, los investigadores han descubierto que el efecto está presente en contextos tan diversos como las actitudes raciales (Zebrowitz, White y Wieneke, 2008) y el gusto por los zumos tropicales (Pliner, 1982). Hay dos explicaciones principales de cómo funciona esto: la atribución errónea (es decir, los sujetos confunden la fluidez cognitiva y perceptiva que conlleva la exposición a un estímulo con que les guste ese estímulo) y la reducción de la incertidumbre (es decir, el desconocimiento de un estímulo provoca estrés cognitivo, que la familiaridad con ese estímulo modera de forma natural) (c.f. Lee, 2001). Sopesando las pruebas de cada uno, Lee (2001) sostiene que, mientras que la atribución errónea puede explicar los cambios en los juicios cognitivos, sólo la reducción de la incertidumbre puede explicar cómo afecta la exposición a nuestros juicios afectivos. Es decir, cuánto nos gusta o disgusta algo o alguien. Por supuesto, un cambio en cómo juzgamos afectivamente a nuestros adversarios políticos es lo que el Presidente Obama sugería que podría mejorar el discurso. Cuanto más negativos nos parezcan nuestros adversarios, por ejemplo, con desprecio, menos probable será que tengamos en cuenta sus puntos de vista.

Berger y Calabrese (1975) proporcionan otros axiomas para comprender cómo la reducción de la incertidumbre afecta a las interacciones interpersonales. En particular, sugieren que "las similitudes entre las personas reducen la incertidumbre" (axioma 6) y que "la disminución del nivel de incertidumbre produce un aumento de la simpatía" (axioma 7). Si conocemos a nuestros adversarios en persona, disminuye nuestra incertidumbre sobre ellos y, al hacerlo, también debería disiparse nuestro desdén. Anecdóticamente, este fenómeno debería resonar en muchos de nosotros: ¿no se basa gran parte de nuestras interacciones sociales en la proximidad y la familiaridad?

A falta de organizar reuniones en persona para todos los pendencieros de las redes sociales, ¿qué puede decirnos esta literatura sobre cómo generar entendimiento en el discurso político? En su autorizada visión general del razonamiento motivado, Kunda (1990) subraya cómo incluso las interacciones anticipadas mejoran nuestra percepción de los demás. En un ejemplo, los participantes en un estudio observaron una discusión grabada entre tres personas, y se les dijo que tendrían una cita con una de las tres. Cuando se les pidió que calificaran a esos tres individuos, los participantes proyectaron sobre sus hipotéticas citas puntuaciones más altas en personalidad y simpatía percibida, y expresaron un mayor grado de confianza en sus proyecciones (Berscheid, Graziano, Monson y Dermer, 1976; cf. Kunda, 1990). Como escribe Kunda, el deseo de los participantes de esperar una interacción agradable sesgó positivamente sus percepciones de los individuos.

Hipótesis del contacto imaginado

Más recientemente, ha surgido una sólida corriente de literatura que examina este efecto del contacto imaginado. Haciendo uso de la hipótesis de la mera exposición y contacto, Crisp y Turner (2009) se propusieron examinar cómo incluso una interacción hipotética con una persona afecta a la percepción que se tiene de ella. De esta investigación se desprenden dos conclusiones fundamentales: en primer lugar, que incluso el contacto imaginario provoca un aumento del afecto positivo hacia el individuo hipotético (Crisp y Turner, 2009); y en segundo lugar, lo que quizá sea aún más importante, que este efecto es mayor cuando el contacto imaginario se produce con un miembro de un grupo externo (Stathi y Crisp, 2008). Es decir, los beneficios de la interacción hipotética son aún mayores cuando se produce con una persona ajena al grupo social conocido (edad, raza, sexo, orientación sexual, partido político, etc.). Además, este efecto persistió independientemente de si la interacción tenía un valor positivo o neutro, de modo que cualquier exposición anticipada tenía un impacto positivo en el comportamiento.

Cómo vemos a nuestros rivales políticos

En el contexto de la reducción de la incertidumbre, todo esto parece tener sentido. Ya sabemos que las personas de nuestro grupo de pertenencia (por ejemplo, los miembros de nuestro partido político) comparten al menos algunas de nuestras características o creencias. Por tanto, imaginarnos en contacto con ellos no debería cambiar mucho nuestra percepción. Por el contrario, las personas de los grupos externos tienen intrínsecamente algún elemento de extrañeza (por eso no están en nuestro grupo interno), lo que hace que nos sintamos inseguros respecto a ellas. Al exponernos a ellos (ya sea en persona o en nuestra imaginación), nos vemos obligados a enfrentarnos a esta falta de familiaridad y, al hacerlo, buscamos de forma natural puntos de similitud. Esto, a su vez, reduce nuestra incertidumbre sobre ellos y hace que nos gusten más.

El mecanismo por el que se produce este cambio es el siguiente: si no espero conocer a otra persona, me basaré simplemente en mi estereotipo predominante para juzgarla; sin embargo, si espero conocer a esa persona -y, por tanto, tengo el objetivo direccional de una interacción agradable- recurriré de forma más selectiva a mi heurística cognitiva y a mi memoria para construir una imagen más agradable de la persona.

Lo que todo esto sugiere es que necesitamos desesperadamente humanizar nuestra política. La idea de que algo tan pequeño como esperar conocer a una persona puede cambiar significativamente nuestras creencias y nuestro comportamiento hacia ella debería ser una poderosa herramienta para las intervenciones sociales encaminadas a la reconciliación. Reconocer a la persona que está al otro lado de esa discusión en Twitter como un ser humano -con pensamientos y sentimientos, y tal vez incluso amigos y una familia- podría ser un poderoso antídoto contra la demonización generalizada de nuestros rivales políticos.

References

Berger, C. R., y Calabrese, R. J. (1975). Algunas exploraciones en la interacción inicial y más allá: Hacia una teoría del desarrollo de la comunicación interpersonal. Human communication research, 1(2), 99-112.

Berscheid, E., Graziano, W., Monson, T., & Dermer, M. (1976). Outcome dependency: Atención, atribución y atracción. Journal of Personality and Social Psychology, 34(5), 978.

Crisp, R. J., y Turner, R. N. (2009). ¿Pueden las interacciones imaginadas producir percepciones positivas? La reducción de los prejuicios a través del contacto social simulado. American Psychologist, 64(4), 231.

Kunda, Z. (1990). El caso del razonamiento motivado. Psychological bulletin, 108(3), 480.

Lee, A. Y. (2001). The mere exposure effect: An uncertainty reduction explanation revisited. Personality and Social Psychology Bulletin, 27(10), 1255-1266.

Pliner, P. (1982). The effects of mere exposure on liking for edible substances. Appetite, 3(3), 283-290.

Stathi, S., & Crisp, R. J. (2008). Imagining intergroup contact promotes projection to outgroups. Journal of Experimental Social Psychology, 44(4), 943-957.

Zajonc, R. B. (1968). Attitudinal effects of mere exposure. Journal of personality and social psychology, 9(2p2), 1.

Zebrowitz, L. A., White, B., & Wieneke, K. (2008). Mera exposición y prejuicio racial: Exposure to other-race faces increases liking for strangers of that race. Social cognition, 26(3), 259-275.

[1] O, como citan algunos estudiosos, con Fechner (1876) o Titchener (1910)

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