En la era de las turbas de Twitter y los expertos polarizados, parece que nos preocupamos mucho por descubrir la verdad y expresarla de forma rotunda. Las batallas ideológicas se libran constantemente en los pasillos del Congreso, en nuestros canales de noticias y en nuestros feeds de Facebook. Podemos compartir nuestra visión del mundo como nunca antes, pero a menudo nos sentimos como mundos separados cuando evaluamos nuestra realidad compartida.
Pero si tanto nos importa tener razón, ¿por qué discutimos tanto cuando los datos sobre temas polémicos están fácilmente disponibles? Si se reúnen los datos, ¿no deberíamos llegar todos a las mismas conclusiones?
Reconocer los sesgos en la forma en que atendemos a la información
Por desgracia, la verdad no nos importa tanto como solemos pensar. Un gran número de pruebas sugiere que la gente atiende a la información política de forma increíblemente sesgada. Nuestros cerebros altamente sociales hacen que discernir la verdad sea más difícil de lo que cabría esperar, porque a menudo protegemos nuestras creencias previas antes que enfrentarnos a verdades incómodas.
Por ejemplo, Kahan et al. (2013) plantearon a un conjunto representativo de participantes de todo el país un problema de aritmética difícil. Observar rápidamente los datos podía llevar fácilmente a los participantes a una interpretación incorrecta, ya que la respuesta intuitiva estaba diseñada para ser incorrecta. Llegar a la respuesta correcta requería que los participantes pensaran detenidamente en los datos. Curiosamente, la gente era menos precisa en la interpretación de los mismos datos cuando creía que la información procedía de un estudio sobre el control de armas que cuando se trataba de la supuesta eficacia de una nueva crema para la piel.
(De Kahan et al., 2013)
En el caso de la crema para la piel, la precisión se predijo mejor en función de las habilidades cuantitativas previas de los participantes: los que tenían mejores habilidades numéricas tenían más probabilidades de interpretar correctamente los resultados. Sin embargo, en el caso del control de armas, la precisión de la interpretación dependía en gran medida de si los datos confirmaban o no las creencias previas de los participantes. Los conservadores eran más precisos cuando la interpretación correcta sugería que prohibir las armas ocultas aumentaba la delincuencia, y los liberales eran más precisos cuando la interpretación correcta sugería que prohibir las armas ocultas disminuía la delincuencia.