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¿Podemos diseñar un entorno que facilite la honestidad?

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Oct 15, 2016

Escribo esto desde el Laboratorio de Neurociencia Ambiental de la Universidad de Chicago. Aquí estudiamos cómo afecta el entorno físico a los procesos afectivos y cognitivos, así como a los comportamientos humanos complejos. Nuestro objetivo general es cuantificar las relaciones entre el entorno físico y estos fenómenos psicológicos. En este artículo, escribiré sobre una de las principales líneas de investigación en las que he estado trabajando y que tiene implicaciones para el diseño de entornos saludables y cooperativos (Kotabe, Kardan y Berman, 2016).

¿Podemos diseñar un entorno que haga que la gente se comporte de forma más honesta?

En primer lugar, estamos trabajando en un proyecto para cuantificar la percepción del "desorden" en un entorno y, además, su efecto en un comportamiento humano complejo: el incumplimiento de las normas. El incumplimiento de las normas es de especial interés porque existe una teoría de las ciencias sociales extraordinariamente influyente llamada "teoría de las ventanas rotas" (Wilson y Kelling, 1982), según la cual los entornos desordenados dan lugar a comportamientos desordenados (incumplimiento de las normas).

Así se demostró en una serie de experimentos de campo publicados en la revista Science (Keizer, Lindenberg y Steg, 2008). Todas las explicaciones de esta teoría tienen algo en común: suponen que estos efectos se producen porque las personas que viven en entornos desordenados realizan algún tipo de razonamiento social complejo sobre, por ejemplo, la presencia de la policía, las normas de comportamiento del vecindario o la prevalencia de la pobreza (desorden social).

Desorden visual y el fenómeno de la ventana rota

Investigaciones recientes sobre percepción visual nos sugirieron que es posible que el desorden visual también desempeñe un papel en el fenómeno de las ventanas rotas. Definimos "desorden visual" como la percepción de desorden que puede atribuirse a características visuales básicas de una escena, como características espaciales simples (por ejemplo, líneas rectas, simetría) y características cromáticas simples (por ejemplo, tono, saturación, brillo).

En una serie de experimentos, examinamos cuidadosamente las puntuaciones de desorden de las personas para cientos de imágenes de escenas ambientales, así como estímulos derivados de estas escenas que estaban desprovistos de semántica a nivel de escena. Gracias a estos experimentos, pudimos empezar a cuantificar el desorden visual y, de este modo, manipular cuidadosamente el desorden visual en una segunda serie de experimentos en los que probamos si la exposición al desorden visual por sí solo, sin señales sociales a nivel de escena (véase la Figura 1), fomentaría el comportamiento deshonesto.

order and disorder

Figura 1.(a) Uno de los estímulos visualmente ordenados y (b) uno de los estímulos visualmente desordenados utilizados para manipular el desorden visual en los experimentos de engaño.

En estos experimentos, pedimos a los participantes que hicieran primero una prueba matemática difícil. Incentivamos su rendimiento diciéndoles que cobrarían por cada respuesta correcta. Tras el examen, se les asignó aleatoriamente la exposición a estímulos visualmente desordenados u ordenados durante cinco minutos. Inmediatamente después de la exposición, pasaron a la siguiente parte del estudio, en la que se les pidió que se autocalificaran en el examen de matemáticas, sabiendo que podrían ganar dinero extra por cada respuesta que dijeran que habían acertado... aunque en realidad no lo hubieran hecho.

Los resultados confirmaron nuestra hipótesis. Los expuestos al desorden visual durante sólo cinco minutos eran, en relación con los expuestos al orden visual, hasta un 35% más propensos a hacer trampas que los expuestos al orden visual, y la cantidad por la que hacían trampas era hasta un 87% mayor. Incluso nosotros éramos escépticos ante unos efectos tan contundentes, así que realizamos un experimento de repetición en el que utilizamos un procedimiento aún más conservador, y el patrón general de los resultados fue el mismo.

Importancia práctica de la investigación sobre trastornos visuales

Los resultados de este estudio y de nuestras investigaciones en curso tienen implicaciones prácticas. ¿Qué pasaría si empezáramos a tener seriamente en cuenta las señales básicas de los trastornos visuales a la hora de diseñar los entornos escolares y de oficina? Si pudiéramos reducir el comportamiento tramposo aunque sólo fuera un poco, los efectos sociales podrían ser espectaculares. Por ejemplo, imaginemos que la cantidad de impuestos que la gente declara de menos disminuyera sólo un 1%: se ahorrarían miles de millones de dólares.

Por supuesto, queda mucho trabajo por hacer. Hemos establecido un efecto de un tipo de estímulos de desorden visual sobre el comportamiento tramposo en una tarea. Si tales efectos se generalizan a otras categorías de estímulos y a otras actividades en las que se pueden romper las reglas son cuestiones abiertas. Los mecanismos teóricos que postulamos sugerirían que los efectos de diversos estímulos de desorden visual se generalizarían a diversas conductas de incumplimiento de normas.

Por ejemplo, la investigación sobre la percepción visual sugiere que procesar estímulos visualmente desordenados es más agotador desde el punto de vista cognitivo que procesar estímulos visualmente ordenados. Se sabe que la fatiga cognitiva tiene efectos en una amplia variedad de dominios conductuales. Además, las señales de desorden visual pueden contener información semántica relacionada con metáforas lingüísticas como "él se salta las reglas" y "ella sigue el camino recto".

Tales metáforas pueden indicar que el concepto de "desorden" está íntimamente ligado al pensamiento espacial, lo que podría vincular la percepción del desorden a una amplia gama de comportamientos complejos. Nuestro trabajo futuro, y esperemos que el de otras personas inspiradas en nuestra investigación, empezará a arrojar luz sobre tales indagaciones sobre el orden del desorden.

References

Keizer, K., Lindenberg, S., & Steg, L. (2008). La propagación del desorden. Science, 322, 1681-1685.

Kotabe, H.P., Kardan, O., & Berman, M.G. (2016, 13 de octubre). El orden del desorden: Deconstruyendo el Desorden Visual y su Efecto de Violación de Reglas. Revista de psicología experimental: General. Publicación anticipada en línea.

Wilson, J. Q., y Kelling, G. L. (1982). Broken windows. Atlantic Monthly, 249, 29-38.

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