¿Por qué creemos que estamos destinados al fracaso?

Sesgo pesimista

explicó.
Bias

¿Qué es el sesgo del pesimismo?

El sesgo pesimista se refiere a la tendencia a sobrestimar la probabilidad de acontecimientos negativos mientras se subestima la probabilidad de acontecimientos positivos. Esta actitud de esperar lo peor es una característica cognitiva prominente de la depresión y puede tener ramificaciones considerables tanto a nivel personal como social.

Dónde se produce

¿Has tenido alguna vez en el colegio un amigo estudioso que pensaba que iba a suspender todos los exámenes? ¿Y alguien que piense que le cae mal a todo el mundo? A menudo tachamos esta perspectiva de "vaso medio vacío", de pesimismo común, en lugar de considerarla un fenómeno psicológico matizado. Afortunadamente, existen numerosas investigaciones que pueden ayudar a arrojar luz sobre estas oscuras percepciones.

El pesimismo puede manifestarse en nuestras creencias sobre nosotros mismos y sobre la sociedad, y las inclinaciones que subyacen a esas creencias a veces nos llevan por mal camino. El cerebro no siempre tiene acceso a predicciones precisas del futuro, ni la capacidad de calcularlas mentalmente, por lo que a menudo confiamos en cómo nos sentimos ante un acontecimiento futuro. Si estamos deprimidos, temerosos o desesperanzados ante una perspectiva, estos sentimientos pueden filtrarse en nuestras estimaciones y expectativas.

Efectos individuales

Las consecuencias del sesgo de pesimismo pueden alterar considerablemente el propio comportamiento. Muchas decisiones que incluyen un componente de desventaja potencial pueden quedar anuladas debido a una sobrestimación de dicha desventaja. Por ejemplo, alguien puede decidir no asumir un nuevo reto porque percibe en exceso la probabilidad de fracasar.

Una clara representación de la sobreestimación de los acontecimientos negativos procede de un estudio francés en el que se pidió a los participantes que imaginaran que se lanzaba una moneda diez veces, con un pago de 10 dólares si la moneda salía cara. A continuación, se preguntó a los participantes con qué frecuencia esperaban ganar. A pesar de que la muestra del estudio era de más de 1.500 individuos, la respuesta media fue de 3,9, muy por debajo de la media esperada de 5. Los autores sugirieron que existía un sesgo pesimista que hacía que la gente sobrestimara la probabilidad de perder un lanzamiento y, al mismo tiempo, subestimara la probabilidad de ganar.1

Efectos sistémicos

Aunque el sesgo pesimista puede darse en relación con las creencias de un individuo sobre sí mismo y los acontecimientos personales, como ilustra el ejemplo del lanzamiento de la moneda, el hallazgo empírico general es que las personas son optimistas sobre sí mismas, pero pesimistas sobre la sociedad.2

Este pesimismo social puede tener importantes consecuencias políticas, ya que puede afectar a la opinión pública prospectiva hacia determinados acontecimientos. Por ejemplo, una sobreestimación de las expectativas hacia acontecimientos negativos como la violencia y el terrorismo puede llevar a una población a votar a un determinado candidato o a mantener creencias erróneas. El popular psicólogo Steven Pinker expone este argumento en su libro The Better Angels of Our Nature (Los mejores ángeles de nuestra naturaleza), citando cómo las creencias de la gente de que la modernidad trae consigo una violencia terrible no se ajustan exactamente a los datos. Algunas comparaciones muestran que el pasado fue 40 veces más violento que el presente según ciertas métricas empíricas de sufrimiento.3

Independientemente de hasta qué punto estas creencias pesimistas se deben a unos medios de comunicación que cubren desproporcionadamente los acontecimientos negativos, o a la tendencia humana a tener una visión teñida de rosa del pasado, el pesimismo generalizado puede tener un amplio impacto en los sistemas impulsados por la opinión pública.

Por qué ocurre

Puede resultar complicado hablar del sesgo pesimista sin tener en cuenta también el sesgo optimista. En efecto, ambos sesgos pueden coexistir en una población como fenómenos cognitivos, ya que no todos los sesgos se aplican a todas las personas. Además, ambos sesgos pueden coexistir en la misma persona, dependiendo del contexto de la situación (más adelante hablaremos de ello). En general, sin embargo, la mayoría de la gente tiende a expresar un sesgo optimista. Por ejemplo, la mayoría de la gente espera vivir más y estar más sana que los demás.4

Los mecanismos neuronales que se sugiere que intervienen en la mediación del optimismo incluyen una conectividad funcional entre el córtex cingulado anterior rostral y la amígdala. Esta red también está relacionada con el pesimismo; en concreto, las irregularidades en esta vía están vinculadas a la depresión,5 que a su vez suele alimentar el pesimismo.6 Esta divergencia de los circuitos típicos implicados en el optimismo puede conducir a expectativas negativas, como vivir menos tiempo y estar menos sano que los demás.

Aparte de las pruebas neurocientíficas, se han registrado diferencias culturales en los sesgos de optimismo y pesimismo. Según un estudio, los occidentales (encuestados europeos-estadounidenses) eran más propensos a esperar que les ocurrieran acontecimientos positivos que los orientales (encuestados japoneses), mientras que estos últimos eran más propensos a esperar que les ocurrieran acontecimientos negativos.7 Los autores del estudio sugieren que los resultados pueden deberse a la idea de que el individualismo occidental promueve la autovaloración, mientras que el colectivismo oriental promueve la autocrítica, y estas connotaciones culturales se manifiestan en nuestra cognición.

El aspecto biológico de los circuitos neuronales aberrantes en los mecanismos del optimismo, unido a una visión cultural sobre la dicotomía optimismo-pesimismo, aportan matices al tema y plantean grandes retos a la hora de desentrañar una relación causal que pueda explicar el sesgo pesimista. ¿El pesimismo causa depresión o la depresión causa pesimismo? ¿Cómo influye la cultura de cada uno? Un estudio en el que se analizaron 852 parejas de gemelos descubrió distintas influencias genéticas en el optimismo y el pesimismo, además de un efecto del entorno familiar.8 Dada la naturaleza nebulosa del pesimismo, es probable que no exista una única variable clara que pueda resumir el fenómeno, sino más bien una multitud de factores contribuyentes.

Por qué es importante

Es importante tener en cuenta el sesgo pesimista tanto a nivel personal, ya que puede frenar a los individuos a la hora de lograr resultados deseados que son más alcanzables de lo que uno cree, como a nivel interpersonal, ya que suele asociarse a la depresión, y nuestro conocimiento de esta relación puede suponer un paso adelante en la concienciación sobre la salud mental.

Además, dado que el sesgo del pesimismo es más común entre las mujeres y las personas mayores,1 el sesgo puede suponer un obstáculo mayor para unos grupos que para otros. Por ejemplo, las mujeres pueden ser más propensas a retener una solicitud de empleo para la que están más que cualificadas porque subestiman la probabilidad de conseguir una entrevista.

Cómo evitarlo

Aunque los consejos para afrontar la depresión quedan fuera del alcance de este artículo, podemos sugerir que intentes considerar los acontecimientos futuros desde una perspectiva más lógica en lugar de dejar que tu intuición te prepare para lo peor, como forma de combatir el sesgo del pesimismo. Si el pronóstico anuncia un 40% de probabilidades de lluvia el día de la excursión, ¿es razonable concluir que probablemente va a llover? Probablemente no.

También hay que mencionar que el sesgo pesimista no siempre conduce a un comportamiento irracional, ya que a veces puede dar lugar a una toma de decisiones más óptima.9 Antes de la crisis financiera de 2008, gran parte de la infame "exuberancia irracional" fue impulsada por un exceso de optimismo, cuando las estrategias más pesimistas habrían sido más ideales en retrospectiva.

Cómo empezó todo

La historia del sesgo pesimista comienza con la historia del pesimismo. Derivado de la palabra latina pessimus, que significa "lo peor", los primeros usos del término se aplicaban predominantemente a doctrinas filosóficas que hacían hincapié en los males de la vida.

Aparte del mundo de la filosofía, la investigación de la psicología experimental ofrecía poco apoyo a un sesgo pesimista, ya que era el sesgo optimista el que recibía más atención a través de los hallazgos, ahora bien conocidos, de personas que se creían mejores por término medio o que tenían menos probabilidades de que les ocurrieran cosas malas. No fue hasta finales de los 90 y principios de los 2000 cuando empezaron a surgir tendencias pesimistas en la bibliografía, como el artículo de Justin Kruger de 1999, que destacaba un "efecto por debajo de la media "10 y sugería que el sesgo optimista podría no ser tan omnipresente como muchos creían.

Sin embargo, la relación entre el sesgo pesimista y la depresión se remonta a los años sesenta, cuando Aaron Beck, uno de los pioneros de la terapia cognitivo-conductual, propuso un modelo de sesgo cognitivo de la depresión en el que los pacientes mostraban una percepción negativa poco realista de sí mismos y del mundo,11 argumentando que las inferencias de las personas deprimidas se definen por un "sesgo sistemático contra el yo".

Ejemplo 1 - Medio lleno, pero medio vacío

El contraste entre el sesgo optimista y el pesimista puede resultar confuso, teniendo en cuenta que ambos abundan en nuestros procesos de pensamiento. Sin embargo, como todos los sesgos cognitivos, dependen del contexto y no son efectos universales.

Max Roser y Mohamed Nagdy2 ofrecen un ejemplo fascinante que pone de relieve cómo el optimismo y el pesimismo pueden coexistir en una evaluación similar, dependiendo del contexto. Citan las encuestas del Eurobarómetro de la Unión Europea que exploran las creencias de los individuos en torno a la situación económica de su país, así como sus propias perspectivas de empleo. Entre 1995 y 2015, el 60% de las personas predijo que su situación laboral permanecería igual, y el 20% que mejoraría. Sin embargo, el mismo grupo de personas esperaba que la situación económica de su país empeorara o se mantuviera igual. Como se ha señalado anteriormente, las personas suelen ser optimistas sobre sí mismas pero pesimistas sobre la sociedad, es decir: mi trabajo estará bien aunque la mayoría de la gente esté en peligro.

Ejemplo 2 - Depresión

Un estudio realizado en 1987 por Lauren Alloy y Anthony Ahrens analizó las diferencias en las predicciones realizadas por personas con y sin depresión.12 Proporcionaron a los participantes información predictiva sobre una muestra de estudiantes y les pidieron que calcularan el porcentaje de estudiantes que entrarían en la lista del decano, así como la cantidad de estudiantes que estarían en periodo de prueba académica. Alloy y Ahrens descubrieron que, en general, los participantes eran más propensos a esperar que los demás tuvieran éxito en lugar de que fracasaran, aunque esto era menos probable entre las personas deprimidas. Además, a pesar de que a todos se les proporcionó la misma información contextual, las personas con depresión también eran menos propensas a pronosticar el éxito personal futuro.

Resumen

Qué es

El sesgo de pesimismo se refiere a la sobreestimación de la probabilidad de acontecimientos negativos junto con una subestimación de la probabilidad de acontecimientos positivos.

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Referencias

  1. Mansour, S. B., Jouini, E., & Napp, C. (2006). Is there a “pessimistic” bias in individual beliefs? Evidence from a simple survey. Theory and Decision, 61(4), 345-362.
  2. Roser, M., & Nagdy, M. (2014). Optimism and Pessimism. Our World in Data. Retrieved from https://ourworldindata.org/optimism-pessimism
  3. Pinker, S. (2015). The Psychology of Pessimism. Cato’s Letter, (13), 1-7.
  4. Weinstein, N. D. (1980). Unrealistic optimism about future life events. Journal of personality and social psychology, 39(5), 806.
  5. Sharot, T., Riccardi, A. M., Raio, C. M., & Phelps, E. A. (2007). Neural mechanisms mediating optimism bias. Nature, 450(7166), 102-105.
  6. Strunk, D. R., Lopez, H., & DeRubeis, R. J. (2006). Depressive symptoms are associated with unrealistic negative predictions of future life events. Behaviour research and therapy, 44(6), 861-882.
  7. Chang, E. C., Asakawa, K., & Sanna, L. J. (2001). Cultural variations in optimistic and pessimistic bias: Do Easterners really expect the worst and Westerners really expect the best when predicting future life events?. Journal of Personality and Social Psychology, 81(3), 476.
  8. Bates, T. C. (2015). The glass is half full and half empty: A population-representative twin study testing if optimism and pessimism are distinct systems. The journal of positive psychology, 10(6), 533-542.
  9. Norem, J. K., & Illingworth, K. S. (1993). Strategy-dependent effects of reflecting on self and tasks: Some implications of optimism and defensive pessimism. Journal of Personality and Social Psychology, 65(4), 822.
  10. Kruger, J. (1999). Lake Wobegon be gone! The" below-average effect" and the egocentric nature of comparative ability judgments. Journal of personality and social psychology, 77(2), 221.
  11. Beck, A. T. (1967). Depression: Clinical, Experimental, and Theoretical Aspects. New York, NY: Hoeber Medical Division.
  12. Alloy, L. B., & Ahrens, A. H. (1987). Depression and pessimism for the future: biased use of statistically relevant information in predictions for self versus others. Journal of personality and social psychology, 52(2), 366.
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