¿Por qué preferimos las opciones que conocemos?

The 

Efecto de ambigüedad

explicó.
Bias

¿Qué es el efecto de ambigüedad?

El efecto de ambigüedad es un sesgo cognitivo que describe cómo tendemos a evitar opciones que consideramos ambiguas o que carecen de información. Nos disgusta la incertidumbre y, por tanto, somos más proclives a seleccionar una opción de la que conocemos la probabilidad de obtener un determinado resultado favorable.

Dónde se produce este sesgo

Imagina que te encuentras en pleno proceso de matriculación en la universidad. Piensas matricularte en una asignatura optativa y tienes que considerar varias opciones. Para informarte mejor, decides buscar en Internet opiniones sobre los profesores que impartirán las dos asignaturas que más te interesan. Supongamos que uno de los profesores tiene una calificación media, mientras que el otro aún no la tiene, ya que es su primer semestre en la universidad. En este caso, la mayoría de la gente tiende a elegir el curso impartido por el profesor con la nota media. A pesar de que sus calificaciones no son muy buenas, nos sentimos mejor sabiendo exactamente en qué nos estamos metiendo. Nos da miedo arriesgarnos a hacer un curso con un profesor del que no sabemos nada, por si resulta ser un mal profesor. Sin embargo, si vamos sobre seguro, corremos el riesgo de perdernos un curso fenomenal impartido por un profesor excelente. Cuando tomamos decisiones de este tipo, a menudo olvidamos dar la misma importancia a la posibilidad de que el resultado de asumir un riesgo pueda ser realmente positivo.

Efectos individuales

El efecto de ambigüedad puede impedirnos considerar por igual dos opciones viables. Como resultado, nuestra toma de decisiones se ve afectada. Podemos decidirnos automáticamente en contra de algo basándonos únicamente en el hecho de que creemos que depositar nuestra confianza en lo desconocido es demasiado arriesgado. Este sesgo cognitivo nos limita, ya que nos impide cosechar los beneficios a largo plazo de las decisiones más arriesgadas.

Aunque es similar al concepto de aversión al riesgo, los dos sesgos se distinguen por el grado de información de que dispone el decisor. El efecto de ambigüedad se produce cuando sólo conocemos la probabilidad de un resultado determinado para una de las opciones disponibles, mientras que la aversión al riesgo se produce cuando conocemos ambas probabilidades y nos inclinamos por la opción con menor rentabilidad pero mayor probabilidad de éxito. En ambos casos, nuestra aversión a elegir opciones que consideramos arriesgadas puede limitar nuestra capacidad de tomar buenas decisiones.

Efectos sistémicos

El efecto de ambigüedad tiene un amplio alcance. Puede influir en las pequeñas decisiones que tomamos en nuestro día a día, pero también en la toma de decisiones a una escala mucho mayor. Puede hacer que instituciones como escuelas, empresas y gobiernos sigan empeñados en sistemas que fallan, en lugar de introducir nuevas políticas o programas con potencial de mejora. Esto sucede porque, aunque estos cambios puedan mejorar el sistema, no hay garantía de que las cosas no se desvíen y acaben por hacernos estar peor que cuando empezaron. Aunque el sistema actual no sea óptimo, seguir con él parece más seguro que introducir cambios, porque se entiende y su curso es más predecible. Ignorar estas llamadas a la acción decidiendo no asumir riesgos puede costar muy caro a las instituciones y a las personas a las que se supone que benefician.

Por qué ocurre

Como ocurre con otros sesgos cognitivos, hay varias teorías que explican por qué se produce el efecto de ambigüedad. Una es que se trata de una regla empírica útil para tomar decisiones y resolver problemas rápidamente y sin esfuerzo. Otra es que los niveles más altos de aversión a la ambigüedad, un comportamiento habitual en muchos de nosotros, hacen que las personas sean más propensas a mostrar este sesgo.

Regla general

Se ha sugerido que el efecto de ambigüedad es el resultado de una heurística utilizada para facilitar la toma de decisiones. Al igual que otras heurísticas, actúa como una pauta para describir un enfoque general de la resolución de problemas. Esta estrategia se produce de forma automática y sin esfuerzo, y puede ayudar a llegar rápidamente a una conclusión. Los heurísticos han perdurado tanto tiempo como lo han hecho porque a menudo aciertan. Sin embargo, al utilizarlos, corremos el riesgo de llegar a una conclusión inexacta o errónea, porque no utilizamos la lógica y la razón.

Hasta cierto punto, el efecto de ambigüedad es una respuesta adaptativa. La gente prefiere las opciones sobre las que se siente bien informada a las que cree que dejan demasiado a la imaginación. Esto puede ser útil para evitar opciones sobre las que realmente tenemos muy poca información. Y lo que es mejor, el efecto de ambigüedad puede llevarnos a buscar más información sobre la opción ambigua para tomar una decisión más informada.1

Esta regla empírica funciona en algunas ocasiones. Dicho esto, confiar demasiado en esta heurística no es lo ideal. Como explican Frisch y Baron2 , el efecto de ambigüedad es un tipo de efecto de encuadre, por el que cualquier opción puede parecer ambigua o no ambigua, simplemente llamando la atención sobre determinados elementos desconocidos de la misma. Esencialmente, uno nunca puede saberlo todo sobre una opción determinada. Creer que uno lo sabe puede ser simplemente el resultado de "una falta de imaginación sobre la información que uno podría tener". Así pues, aunque el uso de esta heurística facilita sin duda la toma de decisiones, no es ni mucho menos lo suficientemente fiable, ni eficaz, como para que se utilice en todas las situaciones. Esto es especialmente cierto cuando se trata de tomar decisiones que tienen mucho peso.

Aversión a la ambigüedad

Supongamos que se le presentan dos opciones. La probabilidad de que la primera opción tenga un resultado favorable es conocida. En cambio, se desconoce la probabilidad de que la segunda opción produzca dicho resultado. Si te inclinas por la primera opción, estás mostrando un comportamiento conocido como aversión a la ambigüedad. Esta aversión a la ambigüedad es lo que provoca el efecto de ambigüedad.

Aunque son similares, la aversión a la ambigüedad y la aversión al riesgo son dos comportamientos distintos.3 Es importante diferenciarlos para comprender con precisión el concepto de aversión a la ambigüedad. La aversión al riesgo se produce en situaciones en las que se conocen las probabilidades de que las distintas opciones den lugar a determinados resultados. En estos casos, las personas con mayor aversión al riesgo elegirán la opción que dé lugar a un resultado menor, porque tiene una mayor probabilidad de éxito que la opción con potencial para un resultado mayor.

En situaciones en las que la ambigüedad es mínima, los hombres, en general, muestran más aversión a la ambigüedad que las mujeres. Sin embargo, a medida que la situación se vuelve más ambigua, esta diferencia de género empieza a desaparecer y hombres y mujeres comienzan a mostrar niveles similares de aversión.4

A diferencia de la aversión al riesgo, que está vinculada a diferentes rasgos, como el cociente intelectual y un mayor nivel de ambición, la aversión a la ambigüedad no se predice con ninguna medida psicológica.5

Aunque esto demuestra que la aversión al riesgo y la aversión a la ambigüedad son dos parámetros distintos, no proporciona una explicación de por qué se produce la aversión a la ambigüedad. La falta de correlatos con la aversión a la ambigüedad limita considerablemente nuestra comprensión del efecto de ambigüedad.

Cada persona tiene un nivel diferente de aversión a la ambigüedad. Los que tienen un nivel más alto de este rasgo son más propensos a mostrar el efecto de ambigüedad. Desgraciadamente, como no sabemos muy bien por qué algunas personas muestran más aversión a la ambigüedad que otras, no podemos dar una explicación completa de por qué se produce el efecto ambigüedad.

Por qué es importante

Como ocurre con cualquier otro sesgo cognitivo en el que la toma de decisiones se ve comprometida, es importante comprender qué es el efecto de ambigüedad y cómo influye en nosotros. A partir de ahí, podemos trabajar para cultivar la capacidad de reconocer cuándo estamos incurriendo en este sesgo. Esta conciencia nos ayudará a evitarlo por completo, lo que nos permitirá tomar decisiones bien informadas y basadas en la razón.

Cómo evitarlo

Para no limitarnos, tenemos que aprender a anular nuestro impulso inicial de evitar opciones y situaciones ambiguas. Como ocurre con cualquier heurística, el primer paso es reconocer su existencia y su influencia en la toma de decisiones.

Una parte importante para evitar el efecto de ambigüedad es estar dispuesto a dedicar tiempo a tomar decisiones. La heurística nos permite tomar decisiones sin esfuerzo y de forma automática. Nos enfrentamos a tanta información y tantas opciones en un mismo día, que ésta puede ser una forma eficaz de asignar nuestros recursos mentales. Sin embargo, algunas decisiones merecen más esfuerzo. La opción menos ambigua puede parecer inicialmente más deseable, pero, como señalaron Frisch y Baron6 , en realidad puede que sepas menos sobre ella de lo que crees. Puede ser útil replantear la situación. Esto puede revelar que la opción menos ambigua no es tan superior como parecía. Además, al evaluar la opción más ambigua, es importante centrarse no sólo en lo que puede salir mal, sino también en lo que puede salir bien. Cuando nos enfrentamos a la ambigüedad, tendemos a imaginarnos el peor escenario posible, olvidando que existe la misma probabilidad de que el resultado sea el mejor escenario posible.

Dónde empezó todo

El concepto de efecto de ambigüedad fue desarrollado por primera vez por Daniel Ellsberg en 1961.7 Aunque el término "efecto de ambigüedad" no se acuñó en este trabajo, sentó las bases de la teoría que subyace a este sesgo cognitivo.

En este artículo, Ellsberg esboza un experimento hipotético que se ha convertido en uno de los ejemplos más utilizados para explicar el efecto de ambigüedad.

Este escenario le hace imaginar que está jugando a un juego de feria en el que puede ganar 100 dólares sacando una bola de un determinado color de un cubo. El cubo contiene 90 bolas, 30 de las cuales son rojas. Una proporción desconocida de las 60 bolas restantes son amarillas, y el resto son negras. Se le dice que elija si quiere intentar sacar una bola roja o una amarilla. Si saca una bola del color por el que apostó, ganará los 100 $, mientras que si saca una bola negra o una bola del color por el que no apostó, no ganará nada.

La mayoría de la gente afirma que prefiere apostar por la bola roja. Lo interesante es que la probabilidad de sacar una bola amarilla es igual a la probabilidad de sacar una bola roja. La probabilidad de sacar una bola roja es ⅓, porque 30 de las 90 bolas son rojas. La probabilidad de sacar una bola amarilla también es ⅓, porque el número de bolas amarillas se distribuye por igual entre cero y 60. Por lo tanto, la razón por la que la gente apuesta por sacar una bola roja no tiene nada que ver con la estadística. Tiene más que ver con el hecho de que preferimos lo conocido a lo desconocido.

Ejemplo 1 - Elegir un plan de tratamiento

El efecto de ambigüedad se observa a menudo en medicina, tanto en el lado del paciente como en el del médico.

Desde la perspectiva del médico, es preferible recomendar un tratamiento con el que esté familiarizado que otro del que no sepa mucho o que no se utilice habitualmente para tratar esta afección específica. La duda en este caso es válida. El juramento hipocrático dice claramente "no hacer daño", y un médico puede sentir que va en contra de ello al recomendar un tratamiento cuando no está seguro de los efectos que puede tener.8 Sin embargo, cuando el tratamiento convencional no tiene éxito, seguir el camino más ambiguo puede ser la mejor forma de ayudar al paciente.

Por parte del paciente, el efecto de ambigüedad suele producirse cuando el profesional sanitario no explica el tratamiento recomendado lo suficientemente bien como para que un profano en la materia pueda entenderlo. La falta de claridad provoca malestar en el paciente, que duda en seguir el plan de tratamiento del médico. Tienen la sensación de que les falta información, lo que puede desencadenar una aversión a la ambigüedad. Por lo tanto, es necesario que los profesionales sanitarios expliquen todos los tratamientos pertinentes con claridad y sin utilizar jerga médica.9

Asegurarse de que el paciente comprende el tratamiento que se le recomienda hace que la opción terapéutica sea menos ambigua. Esto animará al paciente a aceptar este tratamiento, que es lo que más le conviene.

Ejemplo 2 - Realizar una venta

Cualquiera que trabaje en ventas debe ser consciente del efecto de ambigüedad. La cantidad de información de que disponen tus clientes puede influir mucho en su decisión de comprar uno de tus productos.

Pongamos por ejemplo un concesionario de coches. Supongamos que alguien intenta elegir entre dos vehículos similares, uno en su concesionario y otro en otro concesionario. Si a usted le faltara cierta información sobre su coche que su competidor es capaz de proporcionar sobre el suyo, es probable que no consiga la venta. El cliente preferirá elegir el coche del que sabe más, porque le parecerá más seguro.

El efecto de ambigüedad también entra en juego en el diseño de páginas web. Si tiene una tienda en línea, pero no facilita información como los gastos de aduana y los plazos de envío, los clientes potenciales pueden sentirse disuadidos de comprarle. En lugar de eso, es posible que se dirijan a un sitio web en el que puedan comprar productos similares, pero en el que también tengan acceso a esta información.

No proporcionar a su clientela información que sus competidores ponen a su disposición puede costarle muy caro. Si pueden comprar un producto en otro sitio, sin tener que apostar por determinados resultados, la gente decidirá no arriesgarse a comprar con usted.

Resumen

Qué es

El efecto de ambigüedad describe cómo influye en nuestra toma de decisiones la cantidad de información de que disponemos. En concreto, tenemos aversión a las opciones para las que creemos que nos falta información.

Por qué ocurre

El efecto de ambigüedad puede ser el resultado de una heurística para evitar opciones de las que creemos que no tenemos suficiente información. Además, las personas con mayores niveles de aversión a la ambigüedad son más propensas a mostrar este comportamiento.

Ejemplo 1 - Elegir un plan de tratamiento

En medicina, tanto los médicos como los pacientes pueden presentar el efecto de ambigüedad. Los médicos pueden dudar a la hora de recomendar un tratamiento con el que no están familiarizados, aunque sea lo mejor para el paciente. Los pacientes, por su parte, pueden mostrarse reacios a recibir un tratamiento sobre el que sienten que carecen de información, por lo que es importante que los médicos se aseguren de explicar su plan de tratamiento recomendado con claridad y sin utilizar jerga.

Ejemplo 2 - Realizar una venta

Los propietarios de tiendas pueden perder negocio debido al efecto de ambigüedad. Si los clientes descubren que en su tienda no se facilita determinada información, pero que en la de su competidor es fácilmente accesible, pueden optar por comprar en su competidor para evitar opciones ambiguas.

Cómo evitarlo

Para evitar el efecto de ambigüedad, debemos adoptar un enfoque esforzado y activo en la toma de decisiones. En lugar de elegir automáticamente la opción menos ambigua, debemos identificar lo que no sabemos sobre esa opción, así como reconocer los beneficios potenciales de elegir la opción más ambigua.

Recursos relacionados

La política de consumidores de la UE en el mercado digital: Una visión desde la economía del comportamiento

Este artículo aborda las compras en línea desde la perspectiva de la economía del comportamiento. En concreto, el autor establece una conexión entre los problemas a los que se enfrentan los consumidores en la UE y tres principios de la economía del comportamiento, uno de los cuales es el efecto de ambigüedad.

Referencias

  1. Frisch, D., y Baron, J. (1988). Ambigüedad y racionalidad. Journal of Behavioral Decision Making, 1(3), 149-157. https://doi.org/10.1002/bdm.3960010303
  2. Ver 1
  3. Borghans, L, Golsteyn, B.H.H., Heckman, J.J., y Meijers, H. (2009). GENDER DIFFERENCES IN RISK AVERSION AND AMBIGUITY AVERSION. Revista de la Asociación Económica Europea. 7(2-3), 649-658.
  4. Ver 3
  5. Ver 3
  6. Ver 1
  7. Ellsberg, D. (1961). Risk, ambiguity, and the savage axioms. The Quarterly Journal of Economics. 75(4), 643-669.
  8. Howard, J. (2018). Efecto de ambigüedad. Errores cognitivos y errores diagnósticos: Una guía basada en casos para el pensamiento crítico en medicina. 15-19. doi: 10.1007/978-3-319-93224-8_2
  9. Ver 8
Notes illustration

Eager to learn about how behavioral science can help your organization?