Cuando mi madre decidió que quería trabajar fuera de casa, se enfrentó a retos increíbles. Le dijeron que su lugar estaba en casa, que nunca estaría a la altura de un hombre y que desprestigiaría a su familia. Los empleadores le preguntaron si pensaba tener hijos, qué haría si trasladaban a su marido, e incluso celebraron entrevistas en habitaciones de hotel donde los hombres del panel bebían whisky. A pesar de las dificultades, mi madre, y muchas mujeres como ella, lucharon contra el sexismo, los estereotipos negativos y la discriminación en el trabajo, la sociedad y el hogar para alcanzar cotas increíbles.
Han pasado cuarenta años desde que mi madre eligió trabajar. Aunque desde entonces se han dado pasos increíbles para reducir la brecha de género, persiste obstinadamente en distintos grados en todo el mundo.
Los datos muestran que el progreso mundial en materia de paridad de género ha sido desigual cuando se evalúa en varias dimensiones, entre ellas: participación y oportunidades económicas; logros educativos; salud y supervivencia; y empoderamiento político. Aunque algunos países han hecho progresos increíbles, por término medio nos queda mucho camino por recorrer. Según el Foro Económico Mundial, tardaremos 95 años en cerrar la brecha de género en la representación política, ya que actualmente las mujeres sólo ocupan una cuarta parte de los escaños parlamentarios y de los cargos ministeriales. Peor aún, tardaremos la friolera de 257 años en alcanzar la paridad en la participación y las oportunidades económicas.1
Esto nos obliga a preguntarnos cómo surgieron los prejuicios de género en primer lugar, y por qué han sido tan obstinados a lo largo de milenios a pesar de los grandes cambios en la forma de pensar o de organizarse de los seres humanos. Por ejemplo, a pesar de la enormidad de pruebas objetivas y argumentos filosóficos que la revolución científica ha producido a favor de la paridad de género, aún estamos lejos de ser imparciales. La ciencia del comportamiento podría ayudarnos a entender por qué mantenemos estos prejuicios de los que es tan difícil deshacerse y, lo que es más importante, darnos algunas ideas sobre cómo cambiar la mentalidad y garantizar la paridad de género en la sociedad, en el trabajo y en casa.
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